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Desde el 18 de septiembre -pasadas las fiestas patrias-, cuando se publique la convocatoria de Morena para las ocho entidades y Ciudad de México, donde habrá elecciones en 2024, seremos, como cada proceso, testigos de las peores traiciones, lluvia de lodo y señalamientos escondidos tras perfiles falsos en Facebook, medios surgidos de la nada y demás instrumentos, especialmente digitales, que hoy son utilizados por políticos y sus equipos.

Nada de qué espantarse. Seguramente al final, todos se alinearán en torno al ganador para, ante la pregunta “¿Qué horas son?” Responder en coro “las que usted diga, señor”. Ya vimos que la fórmula no cambia y es que, el poder es el poder. O como sabiamente dijera don Manuel Bartlett Díaz en sus tiempos como gobernador de Puebla “el poder se hizo para poder”. Faltaba más.

¿Tendremos un “Ebrard poblano”? Lo veo complejo, pero nada es imposible.

El 25 y 26 de septiembre, me queda claro observaremos el desfile de las vanidades. Acarreados y no acarreados serán citados en los registros de sus gallos, para dar cuenta en las fotografías en medios de comunicación y redes sociales, que el suyo, o la suya, es el bueno.

Sin embargo, la decisión real estará muy lejos de la foto, video, porra y matraca. 

Nacho Mier, Alejandro Armenta, Olivia Salomón, Claudia Rivero, Rodrigo Abdala, Liz Sánchez y los que se acumulen, desfilarán en el registro de Morena, en la búsqueda de la coordinación estatal de los Comités de la Defensa del Voto.

En este contexto, un dato que llama la atención es el mensaje que este miércoles dio Claudia Sheinbaum desde la CDMX. En pocas palabras, no hay consentidos, no hay preferencia por alguien en las entidades, la decisión recaerá en las encuestas.

“Yo ya dejé mi espacio hacia la encuesta, hoy soy la coordinadora nacional y no es así de que, como me apoyaste, pues entonces tú tienes mano. No, aquí todos somos lo mismo. Venimos de un proceso, ese proceso se cerró y son las encuestas y habrá momento para registrarse en la encuesta, para hacer el proceso que tengamos que hacer”. Uff.

Que nadie se diga sorprendido. 

Y es que la fórmula, me parece, es muy sencilla. Claudia Sheinbaum no puede pensar en darse el lujo de ponerse un “tiro en el pie”. La que viene, será una elección dura, entre Xóchilt Gálvez y ella. En esa ecuación no hay espacio para el error, margen de confianza o soberbia. La exjefa de la CDMX sabe que requerirá de cada uno de los votos que los futuros candidatos o candidatas a las gubernaturas le darán para hacer la diferencia.

Me parece que, desde esa perspectiva, el discurso de Claudia Sheinbaum no sólo es atinado, sino maduro. Ella va con quien le garantice el triunfo en las urnas. No hay tiempo, ni condiciones, para la simulación.

Agárrense. Se va a poner bueno.