Nada hay tan acelerado como vivir en las grandes ciudades, puede llamarse lo mismo Puebla, que Monterrey, Guadalajara, Pachuca o Xalapa, la realidad es que lo vertiginoso de la rutina diaria – entrada a la escuela, trabajo, ida al gimnasio para salir corriendo a una responsabilidad más, compras, mercado, tienda, ir por los hijos a tiempo, llevarlos a la clase de fútbol, natación o danza, y una larga lista que concluye entre 8:00 o 9:00 de la noche –, tiene a los conductores al límite. Y es literalmente al límite. 

Hace apenas unos días observé con preocupación, y hasta un poco de asombro, a una persona de la tercera edad que manejaba una camioneta cerca de la Fuente de los Frailes, en la avenida Juárez, se le iba cerrando a un joven, probablemente acompañado de su esposa o madre, y no sólo eso, se frenaba si más delante de él para hacerle perder la luz verde del semáforo; cuando el conductor intentó rebasarlo, el hombre mayor prácticamente le atravesó la camioneta y a duras penas pudo el chico abrir su puerta para bajar a reclamarle.

Pensé que ahí terminaría la cosa, pero no, el anciano le aventó la camioneta y casi lo prensa contra el vehículo desde donde su madre o esposa, le gritaban que ya dejara todo por la paz.

No sé qué fue más grave, si el hecho en sí o la indiferencia de los conductores alrededor a quienes poco importó el problema, urgidos sólo porque ambos avanzaran y permitieran el libre paso al resto.

El problema es que todos están al borde del colapso, porque salieron tarde, porque alguien los hizo enojar desde temprano, porque hace calor, porque tienen hambre o simplemente porque pueden y piensan que son los únicos con una preocupación que les urge a llegar antes que el de enfrente a su destino.

Este martes, un autobús se estrelló en la autopista a México, lo que ocasionó un chofer prensado y seguramente el gran susto de los viajantes. Hace apenas unos días, un motociclista se pasó el alto sin más y perdió la vida al estrellarse contra un vehículo cuyo conductor simplemente seguía el verde del semáforo y que, para su desgracia, huyó del lugar, sin embargo, el video que circuló del hecho claramente muestra que no fue responsable de la desgracia.

Y es que, si todos siguen en esa condición, a lo que de suyo ocurre en las grandes ciudades se suma esto, el caos, la locura, el frenesí de muchos expuesto al volante. Hay que respirar un minuto. De cualquier forma, van a llegar a su destino, tarde o temprano.

Por: Jésica Baltazares

@jesibalta

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *