La paleontología brinda información sobre los ecosistemas a lo largo de la historia del planeta, lo que permite comprender mejor el origen, la evolución y también la extinción que se registra en esa compleja relación entre el medio ambiente y la dimensión temporal. Este apasionante trabajo se desarrolla en el Laboratorio de Paleobiología de la BUAP, donde se mantiene una colección de dos mil 500 fósiles de flora y fauna, además de ámbar.

Fue en 2008, cuando el entonces director de Biología, Jorge Alejandro Cebada Ruiz, le encomendó al doctor Carlos Castañeda Posadas iniciar con los trabajos para conformar este laboratorio, con el objetivo de resaltar la importancia académica, social y económica que tiene el patrimonio paleontológico de Puebla, un estado con un variado mosaico de afloramientos fosilíferos con orígenes y edades distintas, que representan el registro de la paleobiodiversidad del país.

Así, tras realizar diversas investigaciones y trabajo de campo, en 2022 se formalizó una colección de paleontología, que también incluye el resguardo de 12 ejemplares holotipo, es decir, nuevas especies; además de 60 paratipos cuyo registro ya se encuentra en trámite ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lo que convertirá a la BUAP en la primera institución educativa en el estado en mantener una colección con certificación oficial.

Entre las líneas de investigación de este laboratorio destacan el conocimiento de la paleodiversidad del centro sur de México de los últimos 70 millones de años, y aunque el doctor Castañeda es especialista en paleobotánica, también analizan peces fósiles de la cantera de San José de Gracia, junto con investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México. Dicha cantera fue descubierta en 2010 y contiene información sobre muchas formas de peces primitivos.

Asimismo, trabajan fósiles de la región de San Esteban Tizatlán, donde por medio de la identificación de hojas determinan las especies presentes e investigan el tipo de climas que existían en el pasado; es decir, hacen una reconstrucción paleoclimática. También, cerca de Tizatlán, en la localidad de Panotla, el doctor Castañeda y sus estudiantes analizan la anatomía de maderas fósiles, para identificar la especie y conocer los climas que existieron en esa región.

Por otra parte, uno de sus proyectos más consolidados en Puebla se refiere al análisis de la fauna del pleistoceno que existió en la cuenca de Valsequillo, lo que además ha servido para formar recursos humanos y desarrollar tesis de licenciatura y maestría; además de que se ofrece la posibilidad de servicio social y prácticas profesionales a los alumnos y alumnas de Biología e Ingeniería en Geofísica.

Como parte de su acervo, cuentan con fémur de mamut, dientes de caballos, cuernos de bisonte, placas de gliptodontes, astas de venados, dientes de camellos, entre otros fósiles, los cuales obtienen al realizar excavaciones meticulosas para detectarlos y ser envueltos en férulas de yeso para ser transportados al laboratorio, donde se limpian y reconstruyen, un proceso conocido como consolidación del material, el cual puede llevar semanas o meses de trabajo.

Una vez que se tiene el material consolidado se analiza por medio de comparación anatómica y morfológica. Se hace la identificación de los huesos para determinar a qué animales correspondían, para ser confrontados con los actuales y detectar las afinidades o determinar si se trata de especies extintas. A la par se efectúan análisis complementarios como el de polen, con la finalidad de obtener una interpretación de cómo era el medio ambiente en tiempos pretéritos.

“Los huesos o fósiles en general deben tener un tratamiento especial porque esa pieza estuvo protegida por una matriz de sedimentos, a una humedad y temperatura determinada, por eso cuando los liberan se pulverizan, que es lo que le pasa a mucha gente que encuentra fósiles y por desconocimiento los llevan a su casa, en lugar de reportarlo. Esto provoca que se pierda información, además de que es un delito comercializarlos porque son patrimonio de la federación”, añadió el doctor Carlos Castañeda.

El polen también es un fósil

Otro de los aspectos que investigan se relaciona con el polen, ya que por medio de éste se puede reconstruir qué vegetaciones existieron en determinadas regiones. Explicó que en el pasado, cuando caía polen, éste podía quedar atrapado en el sedimento de los lagos, y ahora esos sedimentos son sometidos a baños de ácidos para deshacer la tierra y quedar sólo el polen, el cual proporciona datos sobre la variedad de plantas o árboles que existieron.

“Los sedimentos son como capas de un pastel, cada una tiene una asociación de polen diferente, de acuerdo con lo que se vivió en determinada época, y es así como se hace la reconstrucción porque el polen también es un fósil. En Tlaxcala, por ejemplo, estudiamos polen de 25 millones de años, mientras que en la cuenca de Valsequillo encontramos polen de hace 20 mil años. Porque cambia el tiempo, cambia la capa de pastel, y así hacemos la reconstrucción”.

El investigador añadió que la cuenca de Valsequillo siempre ha sido importante porque su estudio data desde inicios del siglo pasado cuando ya se registraron existencia de fósiles. Recordó que a mediados del siglo XX el ingeniero Juan Armenta Camacho encontró vestigios de megafaunas con rasgaduras de actividad humana, un tipo de hallazgo controversial desde el punto de vista paleontológico y arqueológico, porque con esto se podría estudiar la interacción del hombre con la megafauna, además de que son muy pocos sitios donde hay esa posibilidad. Lamentablemente ese material está extraviado.

Ahora, lo que el Laboratorio de Paleobiología busca es que los fósiles hallados en la cuenca de Valsequillo tengan el valor científico que se requiere con un valor estratigráfico: “queremos saber qué pasó desde hace 20 mil años con la fauna y la flora de este lugar, cómo fueron las distintas etapas de las comunidades vegetales y animales, derivado del cambio climático, para saber a dónde vamos. Hasta el momento tenemos registro que existieron abundantes bosques de pino y encino, grandes inundaciones y pastizales que posteriormente se secaron”.

El investigador destacó el valor de estos estudios, sobre todo si existen planes de reforestación de esta zona a futuro: “Para saber qué problemas pueden existir a corto y largo plazo hay que conocer qué ha pasado y para eso tenemos que recabar evidencia e información a través de los restos fósiles. Darles los elementos a los ecólogos para saber hacia dónde vamos y cómo enfrentar los cambios climáticos”.

Como parte del trabajo académico que se realiza en el Laboratorio de Paleobiología, las colaboraciones con investigadores del Instituto de Geología de la UNAM y con el Instituto de Geociencias de Juriquilla, Querétaro, entre otras, resultan de vital importancia para  nuevos proyectos y líneas de investigación que contribuyan a conocer el pasado y saber  afrontar los retos a futuro.

JCOL

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