Es domingo, apenas pasa de mediodía y el Hay Festival Querétaro está a unas horas de concluir su novena edición. En comparación con el resto de los días, la terraza de ese hotel ubicado en el centro de la ciudad está casi vacía. Sólo algunos estamos ahí: platicando y trabajando, cada cual en lo propio. Entre esos pocos, se encuentra la escritora Montse Bizarro Amat (Barcelona, 1993), quien acaba de concluir con una sesión brevísima pero increíble con el fotógrafo Daniel Mordzinski.

Apenas luego me acompaña en la mesa en la que estoy sentado. “¿Te molesta si me sirvo rápido un café antes de empezar”, le pregunto, después de saludarla. “Adelante”, me dice, y aprovecha para pedir también su botella de agua.

Bizarro Amat es periodista, pero también ha escrito poesía y cuentos. Es una persona neurodivergente –fue diagnosticada con autismo en 2021– y, desde esa trinchera, es una voz que, además de guiar un equipo de personas neurodivergentes, trabaja para quitar los mitos alrededor del autismo y fomenta la inclusividad a través de una lucha que busca erradicar los estigmas que rodean a la salud mental.

Aunque la razón principal de la charla que la autora mantuvo con 24 HORAS en Querétaro fue su primera novela, Mañana ya no hablaremos de nada, publicada por Editorial Almadía, hablar del resto de los temas fue francamente inevitable.

−Creo que es algo muy frecuente en la generación Millennial, por un tema del contexto socioeconómico ― expone la autora sobre la idea de que la ansiedad sea el “gran problema de esta generación”―. Por ejemplo, hay muchas personas que no puede permitirse un alquiler, los sueldos son muy bajos. Hay toda una serie de cuestiones que dificultan bastante que puedas tener un proyecto de vida independiente.

Además de que la ansiedad es el tema que permea su primera novela, publicada de manera alterna en México y en España, cuenta que en su novela hay un retrato de personajes que siempre han estado en los márgenes, los que otros identificarán como outsiders: “personas queer, del colectivo LGTBIQA+, personas neurodivergentes, personas con problemas de salud mental, con familias desestructuradas, con traumas infantiles (…): es un poco sumar algo que es bastante generacional con toda una serie de condiciones y situaciones que hace que esto se acentúe todavía más”.

Apuntó entonces algo sumamente importante: son estos personajes de lo que casi no se habla. O bien, cuando se habla de ellas, ellos, elles no se les trata con los personajes principales. A la escritora, asimismo premio Sambori Òmnium Cultural de Barcelona-L’Hospitalet, le interesó que esas personas fueran las protagonistas de su historia.

“Yo me muevo mucho en círculos de personas neurodivergentes”, respondió la autora con naturalidad al preguntarle sobre el trabajo que fue entretejer todos los temas que retrata en su novela ―empero antes de responder, me recordó: “yo soy una persona autista y neurodivergente”: la importancia de nombrarse―.

Para ella es algo tan normal como cualquier otra cosa. “Somos todos de clase trabajadora, todos tenemos varias cositas de estas. Creo que es bastante común, sólo que no se habla demasiado y sí que hay personas mayores o de otra clase social que sí que me han dicho: “¡Ostras, no conocía este mundo!””. Es un retrato de aquello que está ahí pero que no vemos, o que nos negamos a ver por cualquier razón. Y, al mismo tiempo, parece ser una especie de pronunciamiento, pues es hora de darse cuenta ya que para todos es distinto, que  todos necesitan ser representados.

Fue inevitable preguntar si algo de eso que se cuenta en su historia ella lo había observado en los pocos días que llevaba en la ciudad mexicana. Aludió entonces a la cantidad severa de personas que había conocido en su corta estancia.

“Es verdad que son temas un poco tabúes: tú conoces a alguien y no te pones a hablar de salud mental. Pero es cierto que, cuando me preguntan por el libro o de temas de salud mental, y empiezo a hablar de esto, la gente me cuenta sobre sus episodios duros de ansiedad o su depresión crónica. Sí que creo que es algo muy común, pero no son los primeros temas que salen cuando conoces a alguien”, aseveró, “(pero) creo que es importante que podamos visibilizarlo y que podamos hablarlo con más naturalidad porque está ahí, y si lo compartes siempre se aligera más la carga y puedes crear comunidad”.

Sin darnos cuenta, el tiempo que teníamos para platicar estaba por terminarse. Acaso eso es lo único que podría reprochársele a esos encuentros culturales. Y vamos, que no es que ella quisiera irse, pero una de sus presentaciones estaba por comenzar; es decir: su presencia era indispensable. Por ello, la mejor manera de concluir era sabiendo qué hallaríamos en Mañana ya no hablaremos de nada:

“El hilo conductor es la historia de una relación tóxica entre dos chicas. A mí me interesaba mucho la complejidad de estas relaciones: ¿por qué seguimos juntas si racionalmente vemos que no estamos bien o no somos felices?, ¿cómo funciona esa obsesión o ese enganche?

El libro se estructura a partir de esta historia. Me parecía muy interesante hablar de violencia en relaciones entre mujeres, que creo que es algo de lo que no se habla mucho y también existe. Ponerlo sobre la mesa: si hablamos de esto es más fácil identificarlo, y poder solucionarlo (…)

“Retratar un poco este sufrimiento y esta discriminación que viven las personas neurodivergentes, personas queer, personas sin recursos económicos. Al final es un poco cómo se vive esa exclusión (en la) que, si eres diferente, se nota bastante fuerte”, concluyó.

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