Gerardo Gutiérrez Candiani

La amenaza de aranceles de 25% a todas nuestras exportaciones a Estados Unidos, cuya aplicación fue postergada por un mes, sigue siendo el riesgo más crítico que México haya enfrentado en materia económica en nuestra generación. La “pausa” es alentadora, dada la hostilidad y la intransigencia mostradas por la contraparte, pero aún no estamos ante una “prueba superada”.


Seguimos en una coyuntura muy complicada que requiere de unión nacional, por encima de nuestras diferencias. Tanto como de visión, realismo y pragmatismo, y como ha insistido, acertadamente, la Presidenta Claudia Sheinbaum, de “cabeza fría”.


Ponderando en su justa dimensión los riesgos y lo mucho que está en juego, así como la asimetría bilateral y la singularidad de Donald Trump y su Gobierno, con su carga de prepotencia y contradicciones tanto en los fines que dicen perseguir como en los medios que están usando.


Respondiendo con dignidad, bien identificados los argumentos y los elementos de interés nacional y de razón, además con los pocos puntos fuertes con que contamos para la negociación.


A corto plazo, y máxime dentro de un mes, nuestra moneda seguirá bajo fuerte presión y es probable que la economía mexicana caiga en una recesión este año –si no es que ya lo está–, pues llega a esta coyuntura en clara desaceleración y con el lastre de una crisis de confianza para la inversión y un clima de negocios muy descompuesto, sobre todo por las recientes reformas constitucionales contra el Estado democrático de derecho, en especial la que está acabando con la independencia del Poder Judicial.


No debemos subestimar el shock que estos aranceles pueden detonar con este entorno. Se ha calculado que las exportaciones podrían caer al menos en alrededor de 12%, y 40% del PIB de México proviene de éstas, de las cuales más de 80% va a Estados Unidos. Cerca de una tercera parte de nuestra economía está en vilo.


Además, estos aranceles podrían tener un saldo “estanflacionario” incluso en Estados Unidos, al tiempo que exacerban la volatilidad de los mercados financieros en el mundo.
Antes de que se pospusiera su entrada en vigor, expertos pronosticaban que el tipo de cambio podría llegar a 23 pesos por dólar en días. Ante un ambiente tan amenazante tanto para el tipo de cambio como para los precios, Banco de México tendrá que actuar con aún más prudencia.


Por ahora, hemos visto, en el balance, buenos reflejos de nuestro gobierno, sin caer en provocaciones ni meterse al callejón sin salida de una guerra de declaraciones. Ha expuesto con congruencia por qué es desproporcionado que se trate a México como chivo expiatorio de la crisis de salud por la adicción al fentanilo en Estados Unidos.

Correctamente llama a la colaboración, rechazando la confrontación, en este asunto al igual que en materia de migración.


Acertadamente, también, considera represalias –el “Plan B”– si la contraparte persiste en el ataque, reiterando que no es lo que se busca, pero con una posición de firmeza y de trato “entre iguales”. Hay que insistir en que se valore la integración productiva y comercial que ya existe en la región, con complementariedad y grandes beneficios para los tres países, a pesar de las diferencias, que bien pueden ser superadas.


Entre tanto, es menester definir e implementar, junto con el sector empresarial, programas de apoyo a las empresas establecidas en México que podrían verse afectadas por los aranceles, hoy o en el futuro. Apoyarlas para preservar sus actividades, fortalecer su competitividad y mantener las fuentes de empleo. Encontrar proveedores alternativos y mercados nuevos para diversificar sus operaciones y al comercio exterior del país.

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