Benjamín Pérez Núñez, psicólogo clínico del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (SEDIF), reconoció que el trabajo de integración de los niños con trastornos del espectro autista (TEA) en la sociedad resulta complicado.
“Es difícil sumarlo, el menor se irrita y tiene alteraciones en el sueño, mientras que los integrantes del núcleo familiar se empiezan a aislar de los demás, porque los pequeños no son bien vistos dentro de la sociedad”, subrayó.
En entrevista con 24 HORAS, el especialista explicó que el padecimiento tiene tres niveles y cada niño presenta diferentes características, según la etapa del proceso neurológico por la que esté pasando.
“El más alto es el número uno, donde vemos afecciones en la socialización e interacción con los demás. Les cuesta mucho los chistes en doble sentido, son muy literales, manejan una rutina muy específica y les cuesta afrontar los cambios”, puntualizó el especialista.
En tanto, Pérez Núñez mencionó que, en las otras dos etapas, los menores con autismo no logran socializar y no hablan, además caminan de puntitas y aletean cuando corren.
“Algunos no podrán ser funcionales, necesitarán de acompañamiento a lo largo de su vida en cuestiones básicas, ya que los menores no miden riesgos y no controlan sus esfínteres, por lo que integrarlos a la vida es complicado”, reconoció.
El psicólogo clínico también reconoció que han incrementado los diagnósticos del padecimiento y el más notorio se puede detectar entre los dos o tres años, pero también se puede extender el proceso de identificación hasta los seis años.
“Hoy en día ha aumentado el número de personas que presentan autismo tipo 2 y 3. No hay un origen en particular, son diversas las causas y no se puede identificar en el embarazo, al ser un trastorno neurológico”, apuntó.