Cada 24 de junio, cientos de comunidades alrededor del planeta se reúnen para conmemorar una de las celebraciones religiosas y culturales más arraigadas: el Día de San Juan Bautista.

Esta fecha marca el nacimiento del profeta que, según el cristianismo, bautizó a Jesús en el río Jordán. Se asocia también a rituales pagano-religiosos ligados al solsticio de verano.

Durante la Noche de San Juan, del 23 al 24 de junio, muchas personas encienden hogueras como símbolo de renovación. En otras regiones se sumergen en el mar para atraer salud y fortuna.

Desde Cataluña hasta Galicia, pasando por América Latina, la tradición mezcla lo sagrado y lo profano: oraciones, baños a medianoche, danzas, fuego, música y deseos quemados en papel.

La presencia del fuego representa una conexión espiritual con el renacimiento personal y el inicio de nuevos ciclos. Por eso, muchos lo consideran un momento propicio para pedir protección.

El origen de esta fiesta se remonta a culturas prehispánicas y europeas. Sin embargo, con la expansión del cristianismo se fusionó con el relato del ángel Gabriel y el nacimiento de Juan.

La figura de San Juan no solo es importante en el cristianismo. También guarda relevancia en religiones como el judaísmo y el islam, debido a su papel como mensajero divino.

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