Las Serpientes
Por: Ricardo Morales Sánchez / @riva_leo
Corría el año de 1983 cuando el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado ponía en marcha la famosa “renovación moral”, la cual había sido su lema de campaña.
México enfrentaba una de las peores crisis de su historia tras la desastrosa gestión del tristemente célebre José López Portillo y sus excentricidades.
El 30 de junio de 1983, la Cámara de Diputados se reunió como jurado de procedencia y decidió desaforar al entonces senador por Sonora, Jorge Díaz Serrano, quien había sido director de Pemex, que era acusado de haber malversado recursos de esta petrolera por 35 millones dólares de aquel entonces.
Remarco, la “renovación moral” había sido la bandera de campaña de Miguel de la Madrid Hurtado, algo muy similar al famoso “hay que acabar con la corrupción”, que ahora ha puesto en marcha el presidente López Obrador y su mal llamada Cuarta Transformación.
Hay tantos paralelismos entre lo que ocurrió hace 36 años, con lo que ocurre hoy en el caso de Emilio Lozoya Austin, que sin duda esta es la mejor muestra de que la historia es cíclica y siempre termina pagando un chivo expiatorio.
No digo que Lozoya no haya saqueado Pemex, al igual que en su momento quizás lo hizo Jorge Díaz Serrano, el hecho es que ninguno de los dos se mandaban solos, ambos obedecieron órdenes superiores. Todos los que conocemos cómo opera el sistema sabemos que no actuaron de motu proprio.
Es decir, Díaz Serrano recibió indicaciones directas de parte de su entonces jefe, el presidente José López Portillo; en tanto, es obvio que Lozoya no se mandaba solo. El funcionario obedecía órdenes directas de su también entonces jefe, el mandatario Enrique Peña Nieto.
Todo parece indicar que Lozoya será el chivo expiatorio de la administración peñista, el que va a terminar de pagar los platos rotos de un sexenio que se caracterizó por la corrupción a lo descarado, pero que ya queda claro, pactó para entregar el poder.
No es que Lozoya no sea culpable, su caso se asemeja mucho al del ex secretario de Salud en el sexenio de Mario Marín, Alfredo Arango García, quien fue entregado por su jefe político para expiar las culpas de todo el grupo.
La sanción contra Lozoya Austin va a dejar en claro lo que una y otra vez he sostenido, el hecho de que desde 2015 el entonces presidente pactó con López Obrador, la entrega de la Presidencia de la República a cambio del Estado de México.
Los hechos van a hablar por sí mismos; si todo se queda en un castigo para Lozoya, entonces se confirmará la hipótesis del pacto Peña-López, si el tabasqueño decide llegar hasta las últimas consecuencias, entonces de manera inexorable se tendrá que llegar hasta la figura del mexiquense.
Llama la atención que se haya decidido castigar a Lozoya de manera fulminante mientras que casos tan claros como la estafa maestra u otros como las mismas estancias infantiles o la compra de medicinas por parte de la pasada administración y cuyos programas se suspendieron por supuesta corrupción, no se ha procedido de la misma forma.
Queda también claro que en todas las administraciones (estatal y federal), las que inician y las que se van, tiene que haber un chivo expiatorio, alguien que pague por las culpas, así ocurrió con Jorge Díaz Serrano, quien pagó por López Portillo; Joaquín Hernández Galicia (La Quina), con Carlos Salinas de Gortari; Raúl Salinas de Gortari, en el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León; el general Ricardo Martínez en la administración de Vicente Fox Quesada; Lino Korrodi en el sexenio de Felipe Calderón; Elba Esther Gordillo en el sexenio de Peña y ahora Lozoya, lo cual confirma una larga y rancia tradición de la clase política mexicana.
Cuando los “leones” tienen hambre, siempre se busca cómo calmarla y sobre todo cuando las cosas no marchan bien en el país, siempre hay que buscar un distractor con el cual entretener a la opinión pública.
El sistema político mexicano no cambia, sólo cambian de nombre los personajes, pero el actuar siempre es el mismo.