Dice el hombre de la carnicería, que todo esto está triste, que “puros muertos se ven”, que el gobierno no ayuda, que debería preocuparse por la gente, que debería darles “dispensas” y yo le corrijo.
–Despensas –le digo–, son despensas.
Y pensé en esa palabra que por alguna razón llegó a la cabeza de este hombre que dado el parecido de la palabra, la ha pronunciado para nombrar lo que su idea señalaba, aunque la “despensa” es el sitio donde se guardan los alimentos y no los alimentos. Lo que se debía haber dicho era “víveres”. Y así, como estaba deformándose la palabra entre la “dispensas” que él dijo y la imprecisa corrección mía “despensas” que yo le hice, entendí que así, confusa era la manera de pensar de aquel hombre que creía en gobiernos anteriores dispensándolos, porque los gobiernos anteriores, “se robaban mucho, pero nosotros no sabíamos nada y así ni se siente”, dijo categóricamente. ¿Entonces la manera en que la gente del pueblo autoriza a robar al gobierno, es que no se sienta? ¿Que no se sienta, es la manera en que nadie se indigna? Aquel hombre tenía razón. Luego dijo algo en lo que merece detenerse y mirar con cuidado:
–Este presidente no hace nada y la gente se está muriendo –dijo levantando la mirada acusadora mientras aplastaba el bistec.
¿Cuál era su idea de “presidente”? ¿Cuál era su idea de “gobierno”? Nudos de confusión viven en sus ideas sobre esos conceptos de los que será difícil salir un día, y no buscará salir nunca, solo que ocurra en su vida algo extraordinario, pero no sucederá nada que lo haga comprender esos otros dos conceptos en los que está enredado. Y pensé en lo que aquel hombre de bigotes largos, pensaría de muchas más cosas. La raquítica información y la flaca educación con la que enfrentaba la vida cortando la carne, vendiendo animales muertos y con cuchillos en la mano toda su vida, pero sobre todo con tan pocas palabras en su léxico, y muchas de ellas equivocadas en su preciso significado. Y pienso en mucha gente que vive en esta situación que usa las palabras como cascarones, como ruido, como objetos que no les han de ayudar a saber del mundo que viven –tan amplio–, en función de la mínima geografía lingüística con la que se defienden en su errática comunicación con los demás y su entorno. Ese mundo en el que hay que subsistir y vivir en la pobreza de las pocas cosas que nombran las pocas palabras que conocen, y entre ellas, muchas confusiones como las del carnicero.
Estaba ante una persona que perdonaba y acusaba la información a un tiempo. Para mucha gente que vive en este país, ese es el grado y el modo en que viven la información y con eso se quedan, porque tampoco analizan; no se educa para analizar, mucho menos se tienen los medios para acudir a buscar respuestas de ninguna especie, en fuentes serias y confiables. Vivimos en el espíritu del rumor y esos son los saberes de la mayoría de la gente, que por otro lado, no les hace falta. ¿Analizar lo que dice la televisión? Imposible e irrefutable les parece; la televisión tiene una autoridad incuestionable, incluyendo la publicidad. Eso era lo cierto para ese hombre de la carnicería, que mejor ve telenovelas, y dice que a este presidente no es capaz de acabar con tanta muerte en estos días. Ese es el ciudadano promedio en nuestro país, y pienso ¿Cómo lograr que las cosas cambien con esta necedad por la ignorancia que tanto convino a los muchos años de gobiernos neoliberales? Es cómodo ignorar para una sociedad acostumbrada al mínimo esfuerzo, es cómodo vivir sin esfuerzo y mucho más cómodo, vivir sin leer y comprender el mundo y eso también viene de la educación.
Hemos vivido una historia reciente en la que a la palabra se le ha restado valor. La palabra ya no vale como muchos años atrás podía valer. Lo visual ha sustituido la importancia a las palabras y cada día podemos verlo en cualquier ámbito, y frente a ese hombre de la carnicería que ya pesaba la carne, lo estaba comprobando. Lo que decía y como lo decía, no tenía más importancia que el dinero que yo le iba a pagar. La conciencia de que el servicio que ese hombre de bigotes largos, presta a la comunidad es de gran importancia y también tiene nombre y significado, pero él no lo sabe. Para él es dinero y una manera de ganarse la vida. Piensa en los otros en función de lo que ha de ganar y no en lo que debe entregar como servicio, eso pude verlo cuando dijo:
–Yo aquí, bien que mal, salgo adelante, lo demás me vale madre.
Después me cobró y me entregó la carne.
–Y usted ha visto muertos por aquí en el fraccionamiento a demás de los animales que le traen? –le pregunté antes de irme.
–Pues no, pero donde quiera dicen –respondió.
–Pero lo ha visto usted –insistí.
–No, no… –dijo titubeante.
El carnicero ya no tenía el gesto de cuando me dijo: aquí “puros muertos se ven”. Entonces le pregunté ¿dónde se ven los muertos?.
–En las noticias –me dijo como quien tiene la verdad con una total seguridad.
–Ah, en las noticias…–repliqué– si, allí sí viven los muertos y hasta pueden verse.
Se quedó callado y me miró pensando en lo que le había dicho. Después de un momento me dijo:
–Sí, las noticias están cabronas –dijo por salir del paso.
–Gracias, buenas tardes.
–Que le vaya bien maestro –se despidió todavía desconcertado.