La reconfiguración en el mapa político en Puebla está prácticamente definido, luego de que el Instituto Electoral terminó con el reparto de diputaciones plurinominales.
En el ámbito municipal, un grupo en el PAN resultó ganador con Eduardo Rivera, en la capital; Paola Angón, en San Pedro; y Edmundo Tlatehui, en San Andrés, y los triunfos en diputaciones locales y federales.
El Partido de la Revolución Democrática, que lidera Carlos Martínez Amador, como en el resto del país, vive un largo y penoso periodo de extinción del que todo mundo ha advertido, salvo la dirigencia miope.
El PRI aplaude con entusiasmo imberbe sobre su hipotético triunfo, aunque se perdieron municipios que antes eran gobernados por esa fuerza política hasta la llegada de Néstor Camarillo y su grupo. Nada qué presumir, aun y cuando algunos de sus cuadros jóvenes ven con ilusión inexperta un panorama alentador.
En el partido en el poder también existe un balance negativo, porque la facción que lideran el senador Alejandro Armenta Mier, la edil de la capital, Claudia Rivera Vivanco; y Edgar Garmendia de los Santos, también registró bajas notables.
Garmendia de los Santos ni siquiera pudo entrar a la Cámara de Diputados, dada la reforma a la ley que evitar la sobrerrepresentación, del que ningún abogado en materia electoral alertó al iluso dirigente.
Garmendia de los Santos y Carlos Evangelista Aniceto, que sí se coló a la Cámara local, son junto a Armenta y Rivera Vivanco de los grandes damnificados del resultado de la contienda electoral.
El dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional en el estado había sido beneficiario de los favores económicos que, como alcalde de San Pedro Cholula, dispensó otro impresentable como José Juan Espinosa Torres.
Evangelista Aniceto también quedó huérfano tras la debacle del candidato que él mismo placeó en las reuniones de Morena en Cholula: el misógino Julio Lorenzini Rangel, inopinadamente candidato de Morena a la presidencia municipal tras su paso por el PAN de Rafael Moreno Valle.
Enemigos irreconciliables, Espinosa Torres y su consorte, la senadora Nancy de la Sierra, fueron obligados a pactar en una coyuntura con Lorenzini, alfil de Pablo Salazar.
Todos perdieron el rumbo y deberán tener la capacidad de reinventarse en un plazo perentorio por una variable que nada tiene que ver con los apetitos personales de cada uno de los integrantes del grupo.
La guerra palaciega desatada entre presidenciables, luego del colapso de la Línea 12 del Metro, exhibió una verdad inobjetable: a los ojo del presidente Andrés Manuel López Obrador, el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal Ávila, no es visto como un presidenciable en 2024.
Quienes hayan supuesto que la exclusión de su nombre en lista del habitante de Palacio Nacional obedece a protegerlo de la guerra sucesoria, yerra porque la evidencia sugiere que López Obrador, como los políticos experimentados, engaña con la verdad.
La veladora que para ese grupo de morenistas en Puebla era guía y esperanza en la persona de Monreal, se ha apagado. Sólo es cosa de esperar.
@FerMaldonadoMX