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A punto de cumplirse la mitad de la campaña electoral, la coalición Sigamos Adelante se encuentra a la cabeza de la contienda, pero aún está lejos de cantar victoria.
Hay varios factores que influyeron para que José Antonio Gali Fayad se encuentre arriba de las preferencias electorales:
Por un lado, al coalicionista lo respalda un grupo político y un equipo de colaboradores cohesionados y sabedores que su futuro depende de esta elección. A diferencia de los priistas, el munícipe sí puede presumir que hay muchos soldados y pocos generales.
Su campaña está bien organizada y cuenta con una estrategia electoral efectiva que se hace evidente en la guerra informativa, los mitines, el discurso, la propaganda (fresca y cercana) y la capacidad de prevención y reacción ante los ataques.
A todas luces es una guerra de percepciones: El candidato victorioso versus una candidata vulnerable, tibia, incongruente.
El mensaje es sencillo para el votante, sobre todo el switcher: sufragar por Blanca Alcalá es apostar por el perdedor, el voto de oposición no servirá de nada.
Por eso no es extraña la amplia difusión que le dieron al espaldarazo del dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Juan Díaz de la Torre. Es un llamado al magisterio a no equivocarse ni escuchar el canto de las sirenas. El sindicato no permitirá traiciones.
Tony Gali, además, arribó a la contienda con el camino allanado por el gobierno del estado en aquellos temas que generaron un repudio social, como las fotomultas y las tarifas de agua potable; y una serie de programas orientados a revertir la imagen de una administración elitista.
Sin duda, todas estas circunstancias, y más, permitieron que desde la precampaña Tony Gali fuera identificado como el rival a vencer. Nunca ha dejado de estar un pie adelante en la contienda y su estrategia ha sido a tal grado exitosa que obligó a su contricante priista a ajustar su campaña al ritmo que le imponen.
Si bien los tropiezos, equivocaciones y ausencia de estrategia de Blanca Alcalá Ruiz y su equipo de campaña contribuyeron al crecimiento de Antonio Gali, sería injusto no señalar el mérito de los integrantes de la coalición en aprovechar esa debilidad.
Los constantes traspiés de la priista, su incongruencia discursiva y el craso error de no asumirse como la candidata de oposición, orillaron al PRI-Verde-Encuentro Social a dar un giro de 180 grados en la estrategia a tres semanas de iniciada la contienda.
El priismo abandonó su tibieza después que las encuestas demostraran que el crecimiento de Blanca Alcalá estaba condicionado a PRD y Movimiento Regeneración Nacional, quienes aprovecharon el vacío discursivo de oposición para ubicarse en el ánimo del voto antimorenovallista.
La candidata no tuvo otra opción que montarse en la confrontación y el contraste para intentar recuperar su posicionamiento electoral.
Hasta la fecha el esfuerzo no ha sido suficiente para revertir el rezago y la gran pregunta es si tendrá el tiempo suficiente para conseguirlo, sobre todo porque los morenovallistas cuentan con todo un arsenal de expedientes en su contra y una estrategia bien delineada que impida a la priista tomar alguna ventaja.
Y si a eso le sumamos la nula percepción de unidad y cohesión interna en el PRI, el escenario se torna aún complicado.
Fuentes muy bien informadas confiaron que el priismo le apuesta al voto del interior del estado y que habrá tiempo para remontar. La lógica es que Gali y su equipo no son perfecto y no tardan en cometer errores.
La apuesta priista se encuentra en el interior del estado, en la reactivación del voto verde y en la aceitada maquinaria y estructuras priistas que en la última elección local consiguieron más de 800 mil votos, casi los mismos que obtuvo en el año 2010 Javier López Zavala.
Sobre el tan discutido caso del supuesto pacto electoral para dejar el camino libre al morenovallismo, tales fuentes me aseguran que sí hay una línea en ese sentido pero no todo está definido.
Sólo el tiempo lo dirá.
Hasta el momento hay sólo indicios de un pacto, pero en realidad han pesado más los errores del equipo blanquista.
En el caso de los abanderados de PRD y Morena, Roxana Luna Porquillo y Abraham Quiroz, respectivamente, quedó demostrado que su disputa por las preferencias no está en contra de Tony Gali sino en el voto antimorenovallista.
En otras palabras, la izquierda poblana fracturo el área de oportunidad del priismo poblano y si esta tendencia no se ha radicalizado es porque los candidatos plagaron sus campañas de ocurrencias, disparates y hasta vacíos de propuestas.
Los priistas pudiera estar peor de no ser por la debilidad de los candidatos de izquierda.
Un caso realmente lamentable.