Vamos a aceptar que el país ha hecho pésimamente la tarea económica en años recientes.

No es una opinión que yo comparta –al menos no sin matices importantes–, pero es el punto de vista de muchos mexicanos. 

Vamos a suponer que la contención de la inflación y el aumento sostenido del consumo no significan nada para el bienestar de la mayoría.

Vamos a creer que la competencia económica, que ha dado lugar a las tasas de interés más bajas de la historia en el mercado hipotecario y a la reducción del precio de muchos servicios, como la telefonía, no tienen impacto en el bolsillo. 

Yo tiendo a pensar que muchas de las cosas que están mal con la economía mexicana las venimos arrastrando del pasado populista –como la desigualdad social y la enorme deuda de Pemex–, pero imaginemos que nada de lo que se ha hecho en los últimos 20 años sirve.

Eso nos lleva, necesariamente, a plantearnos la pregunta de qué hacemos ahora, qué rumbo tomamos, a qué otro modelo le apostamos. 

La verdad no hay muchos de dónde escoger. No se necesita ser especialista para decirlo. Todo es una modulación de qué tanta intervención estatal o qué tanta libertad queremos. 

De ahí puede salir un primer consenso. Sólo los fanáticos, que son la minoría, querrían un modelo totalmente estatista o totalmente liberal.

La mayoría sabe que se requiere estar en algún lugar en medio de esas dos posturas extremas.

Un segundo consenso es que debemos terminar con el desperdicio de oportunidades y recursos que representan la corrupción y la violencia criminal.

Un tercer consenso debiera salir de voltear a ver qué se está haciendo en el mundo. ¿Quién está creciendo sostenidamente y por qué?

Obviamente no nos podemos comparar con países que no son de nuestra liga, como los del Primer Mundo, que, por cierto, no han crecido mucho que digamos en la última década.

Pero ya que estamos en eso, es importante no dejar de notar que el PIB de México ha crecido, en promedio, 2.5% anual desde 2006. 

Eso es más de lo que han crecido Nueva Zelanda (2.0), Suiza (1.8), Canadá (1.7). Estados Unidos (1.7), Alemania (1.5), Reino Unido (1.1), Países Bajos (0.9), Francia (0.8), Japón (0.6), España (0.5) e Italia (-0.4). 

Aun así, la comparación puede no valer. México es una economía emergente, como todas las de América Latina. Veámonos, pues, en ese espejo.

A nuestro subcontinente no le ha ido bien en la segunda mitad de la última década. El llamado milagro brasileño probó ser un fraude y la apuesta ciega por la exportación de materias primas y el intento de elevar el nivel de vida de los más pobres mediante subsidios generalizados se han llevado entre las piernas a las economías de Venezuela, donde literalmente ya no hay qué comer, y de Argentina.

De las 32 economías que más han crecido en la última década, 18 son asiáticas, trece son africanas, una es de Oceanía y otra es de América Latina.

¿Cuál es esta última? La de Panamá. Desde 2006, la economía panameña ha crecido 8.5% anual promedio. En 2014 y 2015 la tasa fue de 6.6% y 6.4%, respectivamente. 

Ubicada en novena posición de esa lista mundial, Panamá es un país al que habría que voltear a ver.

Ha estado en las noticias últimamente por los llamados Panama Papers, pero no por el despegue económico que ha logrado, con base en una férrea disciplina fiscal. 

Al final del día, ningún país, ninguna empresa, ninguna familia y ningún individuo salen adelante gastando más de lo que ganan.

Es probable que el escrutinio por los Panama Papers pueda dañar la reputación de su sector financiero, pero éste, a pesar de ser muy robusto, sólo representa 7% del PIB del país.

El éxito económico de Panamá se debe a una diversificación en la que el libre comercio, la logística en torno del canal, la construcción, la minería y el turismo juegan un papel importante.

Se estima que este año y en 2017 la economía panameña crecerá por arriba de seis por ciento.

Si vamos a abandonar o ajustar nuestro modelo económico, ¿en qué alternativa estamos pensando?

Ahí están los resultados de dos países, Panamá y Venezuela, que sirven para comenzar la discusión.

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