La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

  1. Martha Érika Alonso entró a la oficina de precampaña de Ricardo Anaya en Polanco.

Adentro estaban Rafael Moreno Valle, el gobernador Tony Gali Fayad, Damián Zepeda y Tony Gali López.

Cuando entró vio un mar de sonrisas.

—¡Mi candidata! —le dijo Anaya.

Tras los saludos, Martha escuchó, muy resumidos, los acuerdos a los que habían llegado.

Sonrió.

Su candidatura era un hecho consumado.

Pensó en todo lo que había transcurrido para llegar a ese día.

Ante sí pasaron discusiones duras, manotazos sobre la mesa, diálogos ultra secretos, rupturas de negociaciones, amenazas veladas, amenazas abiertas, luces en la ciudad…

Anaya pidió hablar con ella y con el gobernador en privado.

Moreno Valle se sorprendió.

—Ellos serán en Puebla mis nuevos interlocutores —anunció.

Los tres pasaron a un despacho menos opulento.

Anaya fue claro:

—Dos cosas, candidata, gobernador: Sólo ustedes responderán por mi votación. Me queda claro que tú, Martha Érika, tienes ganada la elección con esa mega coalición que armaron. Pero quiero que se comprometan por mí. Sin Puebla no gano, ¿eh?

—Candidato, un punto —dijo el gobernador Gali—. Las cosas serán más fáciles si Juan Pablo Piña no es candidato a la alcaldía. Él no garantiza votos. Tú lo sabes.

—Lo que yo sé es que ustedes tienen la estructura para hacer ganar a cualquiera en la alcaldía. Hasta Humberto Aguilar gana con ustedes.

—Ése es el problema, Ricardo —dijo Alonso—. En 2010, Eduardo Rivera ganó por Rafael, pero no gastó cinco centavos en su campaña. Su gracia fue montarse y lucrar con la fuerza del morenovallismo.

—Les prometo que el suegro de Juan Pablo meterá cantidades generosas de dinero a la campaña.

—¿A cuál campaña? —preguntó Gali.

—A la mía, a la de Martha Érika y a la de su yerno.

Todos rieron.

La noche recibió al feliz grupo en un restaurante de Polanco.

Martha miró hacia atrás mentalmente.

Luego respiró como no lo había hecho en las últimas semanas.

El tic tac del reloj empezaba a correr.

 

 

  1. Eran las seis de la mañana cuando Sophie Banck despertó a su padre.

—Papá, levántate, hoy es el día.

Susy también despertó.

Desayunaron entre risas.

Hablaron del futuro.

—Ahora sí dinos con quién te vas a entrevistar, Luis —dijo Susy.

—Si se los digo dejará de ser una sorpresa —argumentó—. Sólo les puedo decir que hoy es uno de los días más importantes de mi vida.

Salió de su casa, hizo algunas llamadas, recibió reportes policiacos, checó su agenda.

Llegó a la residencia de Rafael Moreno Valle diez minutos antes de la hora convenida.

El ex gobernador lo estaba esperando en la entrada.

Un abrazo selló el saludo.

En la mesa había sólo cubiertos para tres.

—El gobernador viene en camino —le dijo el anfitrión.

Luego sacó a colación los buenos resultados que en el tema de transparencia tenía el gobierno capitalino.

Justo a las nueve en punto llegó Tony Gali.

Los abrazos abundaron.

Los deseos de un feliz año nuevo.

Moreno Valle mostró unas encuestas que dejaban ver que Luis Banck era junto con el priista Enrique Doger los mejores posicionados en el municipio de Puebla.

El gobernador Gali recordó que su paso por el Palacio de Charlie Hall había sido básico para su proyecto político.

Moreno Valle compartió con ellos un estudio de un prestigiado despacho de abogados que aseguraba que al no haber sido electo no tenía impedimento legal alguno para ser candidato de la mega coalición.

Al grupo se sumó Martha Érika Alonso.

Banck salió rumbo al Palacio Municipal y descubrió que tenía varios mensajes de Susy.

Vía WhatsApp la invitó a comer.

“Dile a Sophie que nos acompañe por favor”, urgió el alcalde.

Una vez reunidos en el restaurante Azur, en Centro Mayor,  el rostro de Luis Banck lo dijo todo.

—Parece que te fue muy bien en tu cita —comentó Susy.

—¡De lo mejor! —respondió jubiloso.

—¿Ya?

—¡Ya!

—¿Ya qué? —preguntó Sophie.

Los Banck soltaron una carcajada que llamó la atención de otras mesas.

Susy, entonces, abrazó a su esposo y pidió el mejor vino de la cava.

No hacían falta palabras.

El destino los había alcanzado.

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