El limitado panorama de oportunidades de desarrollo en la comunidad es aprovechado por los ladrones de combustible, quienes convencen a jóvenes para unirse a sus actividades ilegales (Primera de dos partes)
Por Guadalupe Juárez
Palmar de Bravo, Puebla.- Aquí los sueños no caben entre las filas de hortalizas que brotan del campo, ni en los muros de las empresas avícolas establecidas en la periferia del municipio.
Los anhelos y las oportunidades de acceder a una vida mejor para algunos de los habitantes, sobre todo los más jóvenes, tampoco se encuentran en las aulas: se drenan por la fuerza de los ductos de Pemex que atraviesan la región, de aquellos litros y litros de combustible que recorren kilómetros bajo las entrañas de esa misma tierra en la que se cultivan desde hace décadas lechuga y cilantro.
Es del robo de hidrocarburos, donde nace una esperanza para ser “alguien en la vida”. Es sinónimo de respeto. Es la forma de ganar dinero sin necesidad de estudiar. Es la manera –dicen– de quitarle a los ricos lo que les pertenece a los pobres.
Aquí, es un deseo convertirse en huachicolero. Así les llaman a quienes perforan los tubos de la paraestatal de manera ilegal para vender el combustible sustraído en el mercado negro.
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El municipio de Palmar de Bravo se localiza al centro este de la entidad poblana. Tiene una población aproximada de 46 mil 233 habitantes. El 62 por ciento del uso del suelo corresponde a la agricultura y el 5 por ciento a la zona urbana, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Bajo el quiosco de la Plaza de la Constitución, frente a la presidencia municipal, las risas y palabras altisonantes se extienden en el lugar. Son las 11 de la mañana de un martes. Un grupo de jóvenes, tres de ellos con el uniforme del bachiller de la zona y uno con un pantalón de mezclilla negro, camiseta rojiblanca y una gorra amarilla, bromean entre ellos, se dan palmadas en la espalda en lugar de haber asistido a la escuela.
Al parecer los cuadernos y libros se quedarán guardados, llegaron tarde a la escuela y lejos de preocuparse, prefirieron pasar el tiempo en el centro del municipio.
Una vecina, quien prefiere el anonimato, los señala: “cada vez se jalan más chiquitos, así no sospechan de ellos, pero los malean y luego se creen los dueños de aquí por tener dinero. ¿Pero aquí a qué pueden aspirar los chavos? No hay empresas, mira, lo más grande es ese minisúper en la esquina, apenas si llega a tienda y no contratan a muchos”.
Marcelo, de 18 años, hoy no porta ningún uniforme. Relata, con nerviosismo, que tuvo que dejar el bachiller en el cuarto semestre porque estudiar “no se le dio”. Se voltea la gorra y cruza los brazos, para compartir que su sueño es tomar varios lápices de grafito y dibujar lo que se le venga a la mente.
Pero Palmar de Bravo no es para que plasme en papel líneas y puntos para formar figuras. La comunidad en donde nació sólo le ofrece el campo, un verde que a veces se le hace asfixiante. Quizá esa es una de las razones por las cuales dejó la escuela y por la que sus tres amigos decidieron no ir a sus clases hoy.
Los datos en el rubro de escolaridad parecieran confirmar lo que dice Marcelo. El municipio tiene una tasa de deserción escolar más alta en el nivel media superior con un 4.4 por ciento –menor a la registrada a nivel estatal de 11.2 por ciento– seguida de la de secundaria, de 3.4 por ciento.
“Es que… ¿Qué hay acá? Ni siquiera puedo dibujar porque debo ayudar a mi familia. Muchos de ellos (señala a sus amigos, quienes desean esconderse de la cámara y de cualquier par de ojos extraños que los juzguen) prefieren el dinero fácil. Por eso se dedican al robo de combustible, es más sencillo que estudiar”, expresa Marcelo.
—¿Ellos se dedican al robo de combustible?
—No, pero eso es lo que aspiran, tener fajos de billetes como los que andan aquí con sus camionetas. Y a varios de mis amigos les han ofrecido esa oportunidad, ahí andan, ya sea perforando o cargando los galones en las camionetas.
Una vez que aprendes pues ya estás adentro y con ellos. No creo que sea difícil entrar. Los que vienen a invitarnos no son de por aquí.
—¿Qué les ofrecen?
—Ganar dinero fácil. Por eso dejan el bachiller, ya no es necesario que estudien. Si juntan dinero, luego pues ya se pueden ir con algo sin necesidad de quemarse las pestañas o de dedicarse al campo como nuestros abuelos. ¡Total! A nosotros no nos afecta, les afecta a los ricos, a los dueños de las gasolineras.
Un campesino de la zona confirma lo que confía Marcelo. “Los huachicoleros son puros chamacos que buscan ganarse dinero de manera fácil. Se ven bien niños y se nota cuando se dedican a eso, porque andan en camionetas y así coman memelas en la esquina o tamales, sacan fajos de billetes de 500 de las bolsas de los pantalones, hacen lo que quieren. Llevan una mejor vida, lo malo es que no está bien”.
Y sí, la cristalización de los sueños de algunos, se ha convertido en pesadillas para otros.
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Un estallido cimbró la casa.
“¡Sal rápido, no te lleves nada!”, le dijo Nayeli a su prima, quien estaba embarazada. Entre gritos de desesperación y el temor de que el fuego las alcanzara subieron a la camioneta y se alejaron de la columna de fuego lo más que pudieron.
La mujer, con cuatro meses de embarazo, sufrió una descompensación y su presión se elevó. El destino del viaje fue el hospital general de Tecamachalco, existía el riesgo de que perdiera al bebé.
“Lo bueno es que en lugar de explotar a lo ancho, no sé qué pasó, que el fuego se fue hacia arriba, si no las dos se hubieran muerto. Tenía 40 metros y fue en el mero día. Lo bueno es que en la procesadora nos enseñaron que en esos casos hay que dejar todo, no importa lo material, aquí lo importante es salvar a quienes quieres”, narra María.
La fuga de combustible que derivó en una explosión, a la que se refiere María, se presentó en la autopista Puebla-Orizaba el pasado 14 de julio de 2015. El incendio consumió tres camionetas y no se presentaron lesionados, reportaron las autoridades en ese momento.
De acuerdo con datos de Petróleos Mexicanos (Pemex), en el año 2000 Palmar ya figuraba entre los cinco municipios en los que se detectó el robo de combustible al identificar dos tomas clandestinas. Para el año pasado, ya se habían contabilizado 95casos.
Los municipios de Tepeaca, Quecholac y Acatzingo son las demarcaciones municipales que anteceden a Palmar de Bravo, su cercanía al municipio –declararon las autoridades de los tres órdenes de gobierno– ha dificultado el combate con los grupos criminales que se dedican a esta actividad.
“Si ves las noticias seguido escuchas que encuentran donde roban la gasolina los huachicoleros. Creo que nos conocen más por eso”, bromea María, jugando con un mandil de cuadritos grises y azules con el que viste. Un recuerdo la ensombrece su rostro, la muerte de su hermano.
Hace poco más de un mes, Carlos iba en su bicicleta cuando una camioneta, que circulaba a gran velocidad por la carretera de Tecamachalco-Cañada Morelos, lo atropelló. María recurrió a las autoridades porque testigos identificaron al culpable, quien se dio a la fuga.
Sin embargo, al llegar al lugar del accidente, los uniformados recogieron los papeles que identificaban al conductor y los escondieron. Le recomendaron a la mujer a olvidar el suceso y no “meterse en problemas”.
“Por chismosa me pueden meter un tiro. A mí me dijeron que fue uno de esos que les dicen huachicoleros. Iba drogado. Ahora anda libre y pues no hubo justicia. Ellos se creen dueños de las calles y la Policía los protege. Ve a todas las patrullas estacionadas y ni siquiera las ves que anden vigilando en la zona. Siempre se la pasan en la Presidencia estacionadas”, acusa.
Adriana, hermana de María, asegura que los policías les piden no denunciar a los huachicoleros, dejarlos “hasta que termine todo”. Les dicen que para salvaguardar su integridad es mejor que no “se metan”.
“Hasta parece que el presidente municipal es el que tiene miedo”, señalan.
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Antes de llegar al centro de Palmar de Bravo, una de las rutas que traslada a los pobladores de Tecamachalco a Cañada Morelos se desvía por la terracería. En el camino, frente a una terminal improvisada de AU, dos vehículos impiden el paso.
Con un mecate y una sudadera azul colgada en él, una persona oculta su rostro debajo de una sudadera gris, con camisa de cuadros y pantalón de mezclilla negro, el hombre sube y baja de una camioneta blanca.
—¿Están componiendo algo en el camino?
—No, son los huachicoleros. Se creen dueños de las calles y cuando quieren hacen eso–, dice un vendedor de cocteles de fruta.
“Aquí la delincuencia está dura porque son ellos, únicamente son ellos los que andan aquí. Ya salen a la calle por el combustible sin importar si es de día, así aunque haya niños o niñas pasan con sus camionetas con barriles llenos de combustible.
“Si van a la calle de atrás, ahí a veces se estacionan hartas camionetas. Los identifican porque son puros chamacos que ven ganarse la vida fácil”, concluye el comerciante.
Los testimonios vienen de quienes son presos del miedo y del temor sembrado por las personas que “ordeñan” los ductos de Pemex de manera ilegal en el municipio de Palmar de Bravo.
La presencia de militares en la carretera no aminora el terror con el que viven a diario. Las balaceras, las explosiones, el robo de combustible, el cierre de vialidades y las camionetas a toda velocidad que circulan por las calles y la desconfianza en las autoridades, no los dejan conciliar el sueño.
(Los nombres fueron cambiados a petición de los entrevistados).