Por Dulce Liz Moreno
Ninguna vecina se salvó de pedirle fiado, no existió problema que no resolviera ni hubo persona pobre que saliera de su negocio sin la panza llena y hasta con itacate. Doña Benny lo pudo todo.
A las cuatro de la mañana, la regadera anunciaba que el día ya caminaba. Bien lo recuerda Lucy, la hija mayor de la Chapulín Colorado de la colonia, la capilla y la familia.
![Doña Benny, con su esposo, los dos nietos mayores y la sonrisa que recibía a sus clientes en la cocina. CORTESÍA LUCY SÁNCHEZ](http://24horaspuebla.com/wp-content/uploads/2016/05/FOTO7-1.jpg)
CORTESÍA LUCY SÁNCHEZ
Doña Benny, ya bañada, se tomaba su tiempo para maquillarse, sobre todo los ojazos jalea real que le tocaron y heredó a su prole. El vestido estaba cada día impecable, aunque el mandil lo cubría 16 horas diarias.
“Lo que ve la gente al entrar al negocio es mi cara; siquiera que esté arreglada”, decía la mujer que vivió detrás de peroles de los que servía hasta 400 comidas por día, y que gestionaba, al mismo tiempo, la solución de problemas de los demás.
“Que si la muchacha se quería ir con otro señor y dejar al marido, que si le robaron a la que construía su casita, que si se le fue a la otra la señora de la tanda… toda la gente salió con esperanza”, recuerda Lucy Sánchez.
Doña Benita Padilla Fajardo tuvo siete hermanos, suficiente entrenamiento para desafiar lo imposible.
Y coraje para la vida: le dijeron que por una malformación de su ojo derecho tendría problemas y ello no la hizo menos devoradora de libros. Le advirtieron que tenía mal oído y fue la alumna más destacada de los cursos de apreciación musical de Sergio Berlioz. Su gente que la extraña, tras su partida, cree que aconseja a los ángeles agüitados y les afina las liras.
![Lucy, la hija que no olvida al mujerón que fue su mamá](http://24horaspuebla.com/wp-content/uploads/2016/05/FOTO6-3.jpg)