La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Meses antes de las elecciones federales de 2018, en el restaurante Bistro, de la 25 sur —casi esquina con la avenida Juárez—,  le pregunté a don Guillermo Pacheco Pulido si le hubiera gustado ser gobernador.

Su respuesta fue elocuente:

“Bueno, desde luego que sí. Además, ¿por qué me limita? Como decía don Fidel Velázquez: Ese ‘le hubiera gustado’ me suena a pasado”. (Risas).

—¿Todavía no hay una edad límite para ser gobernador? —le pregunté.

—La única forma de no ser es cuando esté uno muerto —respondió entre carcajadas.

Quién iba a decir que casi un año después de esa entrevista —publicada en tres partes en 24 Horas Puebla—, don Guillermo sería ungido como gobernador interino de Puebla.

En la introducción de la primera parte escribí estas líneas:

“Si hay un hombre en Puebla que debió haber sido gobernador del estado,  ése es don Guillermo Pacheco Pulido: el poblano más sabio y conocedor del sistema político mexicano. Cuando menos en dos ocasiones estuvo en la antesala de Casa Puebla —en las sucesiones de Alfredo Toxqui y Mariano Piña Olaya—, pero las circunstancias hicieron que en su lugar llegaran Guillermo Jiménez Morales y Manuel Bartlett Díaz. En la primera parte de esta entrevista, don Guillermo habla de sus muchos libros, a los que él, en un arranque de modestia auténtica, llama apenas “mis apuntes”. Esta conversación rompe con un largo silencio que nuestro entrevistado se había impuesto en la prensa poblana”.

Este lunes fue el día más feliz en la vida de este jurista y escritor.

A sus 85 años de edad es la demostración plena de que mientras uno respire puede aspirar.

Hijo de un luchador social que estudió Derecho sin graduarse —Macario Pacheco, nacido en Oaxaca—, don Guillermo es un hombre orgulloso de su padre, quien, en virtud de la defensa que siempre hizo de los más desprotegidos, terminó en la cárcel varias veces.

Su nombre ya había soñado para ser gobernador interino hacia noviembre del año pasado., antes del fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero él nunca se manifestó en ese sentido.

Prudente como es, no fue sino hasta hace unos días —ya en el nuevo contexto generado por la muerte de la gobernadora Martha Érika Alonso— que hizo públicas sus aspiraciones.

En su primer discurso como gobernador de Puebla —discurso improvisado, sin papeles ni teleprompter—, nuestro personaje dio una lección de civilidad en un recinto —el Congreso— que se ha venido caracterizando, precisamente, por todo lo contrario.

Y es que dio su pésame a los familiares de la gobernadora y el senador —Rafael Moreno Valle— recientemente fallecidos.

Luego hizo una rápida disección del orden en el que se encuentran las cosas en la entidad: franca, directa, sin ambages.

También convocó a la unidad: una unidad destrozada todos los días por la notable polarización en la que se halla Puebla.

La llegada, aunque breve, de don Guillermo ayudará seguramente para que al estado retornen la armonía, la civilidad y la unidad.

El nuevo gobernador seguramente trabajará en ello.

Quién sabe cuál será la respuesta de nuestra cada vez más cavernícola clase política.

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Operadores Fallidos, Candidatos Hechizos

En mi más reciente columna escribí unas líneas que, al parecer, se cumplieron.

Vea el hipócrita lector:

“Quienes conocen a (Jesús) Rodríguez Almeida juran que reúne todos los requisitos para ser interino y que los señalamientos en su contra provienen de la mala leche.

“Aunque hay quienes formulan un escenario inédito: que Gobernación lo deje pasar para que sea impugnado por un miembro del Congreso local.

“De prosperar tal escenario, el interino sería nombrado por la mayoría de Morena, con un ingrediente extra: Gobernación se lavaría las manos —argumentando que cumplió el acuerdo— y el partido del presidente López Obrador sería el beneficiado”.

Hasta aquí la cita.

La duda mata:

¿A quién o a quiénes se les ocurrió llevar como carta para el interinato a un hombre que no cubría los requisitos para ser gobernador del estado?

Durante varios días el tema estuvo sobre la mesa y la respuesta inevitable era que Rodriguez Almeida tenía forma de demostrar su ciudadanía poblana.

A la hora de la verdad —en el seno de la Comisión de Gobernación— eso no ocurrió.

En consecuencia: la carta del PAN —apoyada por varios gobernadores y la dirigencia nacional— fue descartada.

¿Quién engañó a quién?

Hasta un niño de seis años hubiera previsto la caída.

Queda claro que quienes operaron la fallida unción no saben ni cerrar la puerta.

O sí: se cerraron la puerta de Casa Puebla en las narices.

Queda claro que el 24 de diciembre hubo un pasajero más en el helicóptero Agusta que terminó en los suelos: la capacidad para operar asuntos tan elementales.

Nota Bene: Antes de que los diputados locales votaran en el Pleno el dictamen de la Comisión de Gobernación, Marcelo García Almaguer, coordinador de la bancada panista, planteó la necesidad de que se convocara una reunión de la Junta de Coordinación Política.

En ese contexto, abrió sus cartas y dijo que apoyaría junto con los legisladores del albiazul el dictamen en favor de don Guillermo.

En ese momento, todos los demás salieron del clóset e hicieron lo mismo.

(Sólo un diputado se abstuvo de votar. ¿Quién fue? Nadie lo sabe).

Antes de que finalizara esa reunión, alguien propuso que cada bancada pronunciara un discurso en el marco de la unción del nuevo gobernador.

—Qué mejor discurso que la unanimidad que recibirá don Guillermo —dijo Marcelo.

Todos estuvieron de acuerdo con él.

Por eso, hipócrita lector, no hubo más discurso que el que pronunció el nuevo huésped de Casa Puebla.


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