Por: Mario Galeana

Guillermo Pacheco Pulido llegó al Congreso del estado con la certeza de que aquella misma tarde se convertiría en gobernador de Puebla:

Un enjambre de cámaras aguardaba su llegada y él bajó, sonriente, de una camioneta negra dirigiéndose a todos como “jóvenes”.

—¿Cómo está? ¿Contento? —se apresuró un reportero a preguntarle, y Guillermo sólo pudo soltar una risita nerviosa.

—¡Preocupado! —respondió.

—¿Por qué preocupado?

—Hay que venir aquí a trabajar —dijo y señaló hacia la sede del Poder Legislativo.

Otras preguntas cruzaron su camino, pero él se deshizo de todas al decir que después platicaría con los medios.

Nueve coordinadores legislativos aguardaban su arribo en el patio del Congreso local. Pacheco los saludó a todos brevemente y caminó con ellos hasta el Pleno junto al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Héctor Sánchez Sánchez.

El resto de los diputados hizo una especie de fila india al centro para que el gobernador interino avanzara por ella hasta la Mesa Directiva. Él caminó a través de la fila silenciosamente, dando apretones de manos, repartiendo besos en las mejillas, y toda la caravana fue tan silenciosa que parecía no haber empezado, hasta que un veterano en las gradas alzó el puño y empezó aplaudir, y de ese aplauso se reprodujeron muchos, y entonces todo el Congreso del estado tuvo certeza de que allí mismo, a paso lento, avanzaba el hombre más poderoso del estado durante los próximos cinco meses.

Pacheco parecía disfrutar la marcha que, por otra parte, no dejaba de ser paradójica: priista de largo aliento, Guillermo soñó con ser gobernador durante el periodo de hegemonía del PRI, pero hasta ahora que lo conseguía por la gracia de otro partido hegemónico: Morena.

La sesión solemne de ayer tuvo como único orador al nuevo gobernador interino, que hizo una lúcida explicación sobre los que consideró los más graves problemas políticos en el estado: la impunidad y la división política.

Su discurso fue hecho al mismo tiempo en que era pronunciado; sin guías ni hojas ni teleprompters, Pacheco pidió al Congreso del estado otorgar más recursos al Poder Judicial y a la Fiscalía General del Estado (FGE), las dos instituciones encargadas de abatir la impunidad.

“El problema es triste, el problema se llama dinero. El personal que integra estos dos organismos realiza el mejor de sus esfuerzos; el problema está en la carencia de dinero, y una institución no puede trabajar si no tiene los materiales necesarios para su función”.

Pacheco hablaba delicadamente, con una voz cavernosa y un tono que, más allá de arengas políticas, parecía remitir al de una conversación con otro: era Guillermo hablándole a un solo rostro.

Sentado a su lado, el presidente de la Mesa Directiva, José Juan Espinosa Torres, no volteó a verlo un solo instante. Y, apartados del Pleno, en una sala en la que se montó una televisión desde la que se transmitía la sesión plenaria, un grupo de barbosistas liderados por Eric Cotoñeto Carmona atestiguaban, muy sonrientes, el ascenso al poder del gobernador interino.

Al abordar la división política, Pacheco citó a tres de los próceres del PAN, del PRI y de Morena: Manuel Gómez Morín, Jesús Reyes Heroles y Andrés Manuel López Obrador resonaron a través de sus palabras para convocar a una suerte de reconciliación política en el estado.

“Si somos unidos, seremos fuertes. Si somos unidos, seremos libres y dignos. Todos somos poblanos, ¡vayamos por la unidad!”.

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