Por: Mario Galeana

Gabriel Biestro está de pie junto a la silla que José Juan Espinosa ocupa al centro de la Mesa Directiva del Congreso: están a menos de un metro de distancia y, sin embargo, están tan lejos. 

Ambos se miran a infinita distancia y no pueden dejar de señalarse con el dedo. Biestro parece reprocharle algo a Espinosa, quien ni siquiera gira el cuerpo para responderle y, acaso, se limita a voltear ligeramente el rostro.

Biestro no suelta el teléfono y, a ratos, en pleno alegato, se pone a contestar whatsapps, como si fuera otro y no él quien le recrimina a Espinosa por lo acontecido minutos antes, cuando en plena Comisión de Gobernación el petista hizo mancuerna con el PRI y el PAN para la elección de los candidatos idóneos para el interinato.

El resto del Pleno es puro barullo: unos diputados acomodan su curul, otros están de pie bebiendo café y, al centro mismo de la Mesa Directiva, la discusión continúa. Es una discusión inteligible para todos salvo ellos dos, aunque Biestro hace que a la distancia todo sea más fácil de interpretar: manotea, apunta el dedo, contesta otro whatsapp y vuelve a manotear.

El pleito ceja después de un rato y, a juzgar por los rostros, tiene un claro perdedor. Biestro camina de vuelta a su curul con la mandíbula apretada y Espinosa, con la palma sobre la boca, lo mira burlón por la espalda antes de hacer sonar la campana que anuncia el inicio de la sesión ordinaria.

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