Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva

Es un lugar común afirmar que Morena –sea quien sea el candidato– tiene un pie y la mitad del otro en la gubernatura. Se dice tanto, y hay tantos datos y tantas señales en ese sentido, que hasta parece verdad absoluta.

Prácticamente sin oposición al frente –el PAN disminuido y huérfano, el PRI desaparecido y desfondado, y el resto de los partidos en su propia travesía del desierto–, el brazo político electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador luce fuerte, sólido e invencible.

La extinción del morenovallismo, el control del gobierno estatal y el hecho de que el INE está a cargo del proceso extraordinario, alimentan la hipótesis de cara a la jornada del próximo 2 de julio.

Por si algo faltara, todas las encuestas serias anticipan ese escenario.

La más reciente del periódico El Financiero no deja lugar a dudas:

Si hoy hubiera elecciones para gobernador, 40% votaría por Morena, 11% por el PAN, 5% por el PRI, 2% por el PRD, 4% por otros y 38% no saben o no dijeron.

Ni juntos alcanza a panistas, priistas, perredistas y los “otros” para dar la batalla a Movimiento Regeneración Nacional, que así se enfila a ganar Puebla, una preciada joya dado su padrón electoral y su peso económico y presupuestal.

En resumidas cuentas: el estado se encamina a ser otra conquista más de la 4T, a menos –claro– que ocurrieran los siguientes cinco factores:

  1. Una profunda rupturaal interior de Morena, producto de los encontronazos –públicos y privados– entre Luis Miguel Barbosa, Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra(y los grupos que representan) al calor de su proceso para elegir (o imponer) candidato (a).

La falta de una eficiente operación cicatriz, o la mezquindad y cerrazón tanto del ganador como de los perdedores, terminará por ahondar la división hoy más que evidente y sumirá al partido en lo que se conoce como perredización, una implosión acompañada de una batalla campal de todos contra todos en la que no faltarán las traiciones, los golpes bajos y las vendettas.

  1. Una baja participaciónel día de la elección.

A diferencia del 1 de julio de 2018, cuando los electores se volcaron en masa a las urnas, la extraordinaria de Puebla se anticipa con muy escasa afluencia, nada que ver con 67.64% del año pasado.

El hecho de que sólo se votará por un cargo –el de gobernador– y el hartazgo social ante la interminable polarización que ha dejado la durísima lucha por el poder, alejará a los poblanos y eso hará que la contienda esté marcada en su desenlace final por la efectividad de las estructuras electorales, más que por el voto ciudadano.

  1. En contraste a lo sucedido en 2018, López Obrador no estará en la boleta.

Si bien el presidente de la República sigue gozando de una popularidad y aprobación enormes, y su bono democrático sigue intacto –a pesar de todos sus fallos, sin sentidos y contradicciones–, el hecho es que su influencia será menor a la del año pasado, cuando arrastró a miles de candidatos –sin carrera y totalmente desconocidos– y los hizo gobernadores, senadores, diputados o presidentes municipales, personajes que en otro escenario nunca hubiesen llegado al poder.

  1. Un muy buen candidato del PAN –aunque obviamente hoy no se ve quién, combinado con un mal candidato de Morenay una muy mala campaña de este último, llena de errores, y de choques y divorcios con los factores reales de poder, y con una pésima actuación en el único debate que se desarrollará el 19 de mayo.
  2. Un fuerte, muy fuerte, escándalo –de corrupción o personal–en el gobierno lopezobradorista (no necesariamente del Presidente) o en el candidato de Morena o su familia y/o equipo político, así como un deficiente manejo de crisis.

Sólo así, cumpliéndose todos o la mayoría de estos cinco factores, Morena podría perder la gubernatura de Puebla.

Es muy difícil pero no imposible.

Como ya vimos los poblanos: lo único seguro es la muerte.

Hoy, ese partido camina tranquilo, soportado por sus 40 puntos de intención efectiva de voto.

Pero, como suele suceder en la vida, la confianza –o el exceso de la misma– no sólo es el peor enemigo, sino ese asesino silencioso que siempre está ahí a la vuelta de la esquina, al acecho, esperando pacientemente para cazar a su presa.