Los asistentes al evento por un momento se olvidaron del protagonista y se arremolinaron ante el ex alcalde de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, a quien saludaron y le pidieron la clásica selfie.
Por: Guadalupe Juárez
Le agradezco por ser candidato. En serio, nos dio una opción— dice una simpatizante.
—Miren, miren, escuchen lo que me dicen—, presume Enrique Cárdenas a un grupo de apenas cinco reporteros que minutos antes lo había entrevistado.
El salón social que ocupó para su último evento de la campaña a gobernador está —puede decirse— “abarrotado” por 300 personas, quienes llevan en su mayoría los colores del PAN, PRD y MC. Un grupo reducido de 10 personas prefiere el logo de Sumamos, la organización que impulsó a Enrique Cárdenas como candidato y la cual mientras se llevaba a cabo la campaña, buscaba convertirse en partido político.
El ex rector de la Udlap llega acompañado de su esposa María y vuelve a presumir la cantidad de gente que se ha reunido para cerrar la etapa proselitista.
—Miren esta cantidad de gente—, dice, aunque los simpatizantes que esperan afuera no parecen entusiasmados a diferencia de cómo han reaccionado con el ex edil de Puebla, Eduardo Rivera, al que le piden fotos e impiden que avance.
En el salón hay niños que juegan, señoras que simpatizan con el blanquiazul y una que otra que agita la bandera de MC y el PRD.
Se escuchan aplausos cuando entra el candidato y una porra que se apaga rápido porque las dos personas que la iniciaron la interrumpen al ver que no la sostienen los demás.
La desorganización que ha habido durante toda su campaña se asoma de nuevo cuando en el pequeño escenario al fondo del salón está oscuro, porque alguien ha olvidado encender las lámparas.
La pantalla con su imagen en la pared muestra la frase “Todos con Cárdenas” borrosa y mientras alguien hace ajustes, el candidato cruza los brazos y prefiere conversar con Jesús Zambrano, fundador del PRD y la única figura nacional que hoy lo acompaña.
Junto a él sólo está la ex candidata a gobernadora de 2016, Roxana Luna Porquillo; su coordinador de campaña Gabriel Hinojosa; el líder estatal de Movimiento Ciudadano, Fernando Morales y la del PAN, Genoveva Huerta.

Abajo, en la fila de sillas, con los demás simpatizantes panistas se encuentran Eduardo Rivera Pérez, Ana Teresa Aranda, Mario Riestra Piña y el diputado local Oswaldo Jiménez.
Enrique Cárdenas sonríe apenas con una mueca y alza el brazo derecho tratando de entonar con la arenga de Acción Nacional que sobresale por encima del “Cárdenas gobernador”.
Alguien por fin prende las lámparas y la presentadora continúa con su lista de nombres de quienes acompañan al candidato.
El académico toma la palabra y parece estar exhausto. Guarda las propuestas que ha repetido en los últimos días y sólo dice que Puebla merece ser ejemplo nacional, que merece ser el mejor estado. Y entonces, alza la voz, que por lo regular es plana, y muestra un poco de entusiasmo al llamar al voto.
El lugar no termina de rendírsele y los aplausos son por tandas.
El cañón con papeles metálicos estalla una vez y toma desprevenido a Enrique Cárdenas, quien no sabe qué hacer hasta que Genoveva le indica que deben alzar las manos, pero cuando lo hacen los papeles ya están regados en el suelo. El cañón vuelve a estallar y el candidato sonríe, pero el salón ya se está vaciando y los asistentes no esperan para verlo con los brazos arriba.
El cierre es triste. El más triste.