Letras al Vuelo
Por: Aldo Báez 

…pero el deseo de los pérfidos es la violencia.
Proverbios, 13:2

Cómo ha pasado el tiempo. Hace apenas unos años los actos violentos nos sorprendían. Todavía teníamos capacidad de asombro, esa a la que los antiguos otorgaban al hombre para enfrentar los misterios del mundo, y que sumado a la curiosidad había hecho brotar el conocimiento, el origen de nuestra condición humana. Sabíamos que algo pasaba pero no acertábamos a ubicar dónde se encontraba el fondo del asunto. La descomposición social estaba en curso, a confusión reinaba y las nociones del miedo empezaba a cundir por las grandes avenidas y oscuros barrios de las ciudades, todos rumorabas, pero el silencio crecía. La violencia ya estaba aquí, pero sobre todo el gobierno atenuaba la información y el impacto del mismo. Incluso se pensaba que ésta se encontraba fuera de nosotros, como si hubiera entes extraños a nosotros y estos eran los causantes de la violencia. Pero no, no admitíamos que en realidad la violencia se había metido hasta nuestra propia casa.

Primero solo pensábamos en que la violencia se circunscribía a los delincuentes. Recuerdo que en la ciudad de México hubo una memorable marcha contra la violencia -y al parecer había sido un éxito-, pero las autoridades inconscientes y con su eterna lógica de ocultar los problemas, tampoco se pusieron a trabajar en las causas que originaban esa violencia. Tal falta de estudio del problema obligó a un titular del Ejecutivo a pensar que la violencia solo era resultado de los grupos visibles de la delincuencia organizada. Lo peor es que no solo lo creímos sino que, más allá de las críticas del momento, todos los gobiernos estatales encabezados por la iniciativa presidencial convirtieron en discurso el asunto. La gravedad era irremediable.

Las noticias siempre amarillistas no hicieron sino explotar el tema, sin mayor preocupación que aumentar el rating. Incluso al grado de iniciar las productoras una impresionante colección de trasmisiones cuyo motor y éxito descansaba en la exposición de la violencia. La exaltaban, la promovían, pero como todas las veces sucede, en realidad no les importaba en absoluto. Lo importante era que las audiencias crecieran. Asimismo aunque desde el principio, se sabía que los propios mandos de la policía, como hasta la fecha, eran los grandes beneficiarios del incremento de la violencia (no podemos obviar la cadena de mando bajo la cual creció el robo de gasolina). Los días y meses fueron pasando y la violencia se fue acercando a nuestras calles, a nuestras cosas y finalmente nos dimos cuenta que ésta, ya estaba en nuestra casa, en nuestra familia, se había apoderado de nosotros como si fuera algo normal. Grave pero normal.

Las noticias y las series proliferaban, las canciones y al gobierno solo se le ocurrió prohibir canciones, censurar noticias y mandar las series a horarios nocturnos. La violencia exhibida en las películas norteamericanas sobre todo, nos parecían epopeyas e incluso románticas. 2017 resultó en medio de este proceso el año más violento de la historia moderna. Lo triste y grave es que la violencia no se circunscribía solamente a los grupos delincuenciales sino se extendió hacia las mujeres, hacia otras formas que tienen que ver desde la violencia intrafamiliar. Los hechos violentos no solo se encontraban lejanos a nosotros, sino ya estaba en nuestras colonias, en nuestras calles, en los recorridos hacia el trabajo, en el transporte público (en forma de asaltos), en las escuelas (en forma de Bulling), en nuestras mujeres (feminicidios) en fin, la invasión de la violencia se había metido por las ventanas de nuestra casa y nosotros, de manera peligros, empezamos a observarla como normal… qué fácil es decir: “México es una gran fosa” y que nada pase.