Organizadores acusaron a Alejandro Pérez Pérez, jefe del Departamento de Diversidad Sexual del Ayuntamiento capitalino de querer adueñarse del evento a través de otra asociación.

Por: Mario Galeana

Bajo la sombra de un Ayuntamiento que se presume incluyente, la marcha anual del orgullo gay tuvo una de sus más accidentadas y multitudinarias ediciones el pasado sábado.

Las organizaciones que han convocado a la marcha desde hace 18 años acusaron a un funcionario del gobierno municipal de Claudia Rivera Vivanco de tratar de cooptar la manifestación a través de la Asociación para la Protección de la Pluralidad Sexual y Derechos Humanos (APPS).

El señalamiento no fue ocioso: la aparición de regidores del Ayuntamiento, de funcionarios de segundo nivel del gobierno municipal y hasta de la diputada federal Nay Salvatori Bojalil provocó que la marcha se dividiera en dos, provocando un episodio de desorganización que vivió su punto más álgido cuando se registró el inicio de un enfrentamiento verbal entre policías y manifestantes.

Todo se debió a que los oficiales de la Policía Municipal que vigilaban el recorrido de la marcha —proyectado por el bulevar 5 de Mayo—, bloquearon las calles aledañas y, con ello, impidieron el paso de uno de los contingentes que se dividió tras la aparición de los funcionarios municipales.

Horas antes, activistas acusaron que Alejandro Pérez Pérez, jefe del Departamento de Diversidad Sexual del Ayuntamiento capitalino, pretendía apropiarse de la marcha a través de la APPS. Incluso lo acusaron de encontrarse en un conflicto de interés por ser promotor de la asociación y, a la par, funcionario municipal.

“¿Quién está financiando las actividades alrededor de la marcha del orgullo LGBTTTI? ¿APPS? ¿El Ayuntamiento de Puebla? Si hubiera un presupuesto destinado por el gobierno municipal ¿cuál es la cantidad asignada? ¿Hay un convenio firmado entre ambos? Si es así, es necesario que se dé a conocer públicamente porque no hay claridad, sólo confusiones que pueden dar paso a actos de corrupción”, manifestaron las organizaciones a través de un comunicado de prensa.

La APPS respondió en idénticas condiciones. A través de un comunicado, el Comité Organizador acusó a las organizaciones de tratar de “sabotear la marcha y ponernos en peligro a todos”.

Al margen de esta disputa, la marcha avanzaba lentamente por las calles de la ciudad. Un bloque de 30 personas cargaba una larga bandera de arcoíris que ondeaba a cada paso. Toda la marcha era eso: un festín de banderas coloridas, largas pelucas ensortijadas, brillantina, coronitas de flores, mujeres trans con portentosas alas de plumas ataviadas por la espalda y rostros, por todos lados rostros pintados de negro, de blanco, de arcoíris.

La espesura de la marcha fue notable al arribar a la plancha del Zócalo. Los organizadores estiman que, entre aquella multitud, había alrededor de tres mil personas, lo que la convierte en la marcha del orgullo más numerosa de los últimos años.

Tras aquel cierre, el gentío atestó los bares y antros del Centro Histórico que, montados en aquella ola, llenaron sus entradas con la palabra PRIDE. Por la noche, pequeños papelitos de colores yacían desperdigados por las largas avenidas.