Seguimos con las reflexiones y análisis rumbo a las elecciones 2024, las más grandes de la historia contemporánea y seguramente las más costosas. Hemos entrado a la discusión de unos de los dilemas más significativos de nuestra democracia, el tema del abstencionismo, que debemos dimensionar de acuerdo con el contexto especifico y local; porque influyen distintas variables en cada caso; que es imposible generalizar. Por ejemplo, en el caso de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, en las comunidades rurales existe un fuerte abstencionismo que es provocado por la falta de acceso a las urnas. Porque en las poblaciones con mayor pobreza se les dificulta trasladarse hasta las casillas electorales; pero no en todas las elecciones o casos, puede ocurrir que existe movilización que les permita llegar a votar e incluso bajo incentivos o apoyos económicos.

El abstencionismo se considera un fenómeno marginal, es decir, no importa mucho porque al final de cuentas el interés se encuentra en quién ganó. Empero, estudios muestran una desafección política, los jóvenes no están comprometidos con emitir su voto y participan menos dentro de los partidos. Algo está sucediendo y sobre este punto vamos a describir algunos fenómenos políticos interesantes, como el voto nulo, que puede ser entendido como una declaración de fastidio e indolencia de la ciudadanía.

En las elecciones de 2009 y 2015, en México, se promovió el voto nulo, es decir que algunos activistas políticos se mostraron a favor de ir a las urnas, pero tachar todas las opciones, no tachar ninguna o abiertamente marcar como voto nulo en su boleta, como una forma de protesta ante el sistema político, producto de la desafección e inconformidad ante partidos y sus candidatos.

En este contexto, durante las elecciones de 2009, se presentó un fenómeno muy interesante, porque con la campaña para generar un voto nulo, más del 60 % de los votos nulos que se encontraron en el conteo de las urnas fueron anulados de manera intencional. Digamos que no se abstuvieron de votar, pero negaron su voto a los candidatos y, por tanto, no se manifestaron a favor de ninguno.

En este caso, puede entenderse como una abstención de participar, donde grupos de interés, organizaciones y grupos políticos exigieron cambios que hoy en día se cumplieron. Empero, tuvo una raíz histórica, porque el discurso “anulista” se podría situar en el Siglo XIX en Francia, donde se iniciaron los primeros movimientos de protesta contra los representantes.

El voto nulo es un fenómeno que ocurre cuando el elector acude a la urna, pero no vota por nadie. Ni por partido político, ni por candidato. Puede ser de forma intencional o involuntaria; en el primer caso se debe a una forma de protesta, de inconformidad; mientras que en el segundo puede ser por tachar mal, desinformación o de manera no intencional.

Busca que, al visibilizar el rechazo ciudadano de la oferta partidista, los políticos y los partidos mejoren su oferta y promuevan la calidad de candidatos que mandan a contender. Pero también es un rechazo a las circunstancias del país o en su ámbito local, a la realidad social y política a que se refiera, en conclusión, una forma de protestar. Los jóvenes son principalmente los que participan en estos actos de desobediencia o también llamados de “abstención cívica”.

Sonnleiter elaboró una investigación al respecto y encontró que, en 2009, el número de votos nulos fue de 5.4 %, mientras que en 2012 fue del 5% y en 2015 bajó a 4.8%. Empero, si analizamos las elecciones de 2018, el número de votos nulos fue de un millón, 603 mil 857 mil votos, que corresponden al 2.83%. Antes, en 2012 cuando contendió Enrique Peña Nieto para la Presidencia de la República, fue de un millón 191 mil 057, equivalentes al 2.42%. En tanto que, en 2000, la cantidad de nulos: 788 mil 157, que son un total de 2.10% del total.

Finalmente tenemos que ir más allá para incentivar la participación ciudadana, ya que muchos jóvenes que no participan y promuevan la disidencia, el voto en blanco, como forma de protesta. Por lo cual, en principio no debemos alarmarnos de estas convocatorias para ejercer presión sobre los partidos políticos o sobre el sistema electoral, son expresiones muchas veces necesaria para oxigenar nuestra democracia. Recordemos una expresión de Dilma Rousseff: escuchar a la plaza pública, a las calles; así es el voto nulo, no hay que dejar de escucharlo.

Sigue caminando el proceso electoral 2024, pero siguen saliendo grandes desafíos y desafecciones de la ciudadanía, y desde las antípodas seguiremos dando cuenta de ello.

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