El Festival de Cannes revive los años oscuros del sida a través de filmes que abordan el miedo, el estigma y el repudio de los primeros años de la epidemia.

En competencia oficial, Alpha de la francesa Julia Ducournau representa la enfermedad de forma alegórica. Multitudes desesperadas se agolpan ante hospitales desbordados, en una atmósfera de temor y aislamiento.

Por su parte, el chileno Diego Céspedes presenta La misteriosa mirada del flamenco en la sección Una Cierta Mirada. En su historia, ambientada en un pueblo desértico, el virus se transmite con la mirada, reflejando la paranoia social.

Ambos directores coinciden en que el miedo fue más contagioso que el virus. Ducournau recuerda que en su infancia, sangrar en público era motivo de exclusión. Céspedes, por su parte, señala que el sida fue para él "algo sucio y peligroso".

También compite Romería, de Carla Simón, una historia sobre la heroína y el sida en la España de los 80. La protagonista descubre cómo su familia ocultó la muerte de su padre por estigmas sociales.

El paralelismo con el COVID-19 está presente: guantes, hospitales saturados y miedo colectivo. Sin embargo, los directores enfatizan una diferencia clave: el sida conllevaba estigma social, algo que no ocurrió con la pandemia reciente.

Franck Finance-Madureira, fundador de la Queer Palm, destaca la importancia de mantener viva la memoria de esa época. Lo mismo opina Kevin Robert Frost, de amfAR, quien espera que estas películas conciencien a las nuevas generaciones.

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