No por nada los mercados financieros se dispararon al alza apenas se supo de un acuerdo de reducción de los aranceles de niveles absurdos que se han impuesto Estados Unidos y China. Aunque sea temporal (90 días) y que, por lo mismo, no disipa la incertidumbre: abre una rendija de esperanza de que queda cierta sensatez, en particular en la Casa Blanca, responsable de la disrupción comercial global que perjudica a su propio país.
Por lo pronto, como dice un editorial del Wall Street Journal sobre los recortes acordados, es una victoria para el realismo económico que los inversionistas han visto como un paso atrás para no caer en una destrucción mutua asegurada en materia comercial. Evocando el concepto de guerra nuclear preventiva del siglo pasado, con el acrónimo MAD, perfecto para ese absurdo.
Efectivamente, es una victoria parcial, pero se calcula que estos recortes suman unos 300 mil millones de dólares en alivio fiscal. Queda un arancel de 30% contra China, más lo que ya había, que es enorme, y 10% contra Estados Unidos. Pero, como dice el Journal, se evita que ambas partes sufran un colapso económico inminente, y con ellas, quizá una recesión global.
Estaban ante tarifas a nivel de embargo: 145% contra China y 125% a Estados Unidos. Algo que paralizaría casi 600 mil millones de dólares en comercio bilateral, interrumpiendo las cadenas de suministro. Hacia una probable estanflación en Estados Unidos y una de crisis en China, con posible inundación de sus productos en todo el mundo a precios imbatibles.
El problema con la escalada proteccionista de Donald Trump no sólo está en su radicalismo, como disrupción al sistema de comercio internacional, sino en la manera tan errática como la ha conducido. La incertidumbre es muy dañina para la economía. Y las consecuencias ya las estamos viendo. En Estados Unidos, el mundo y muy en especial en México, con la inversión estancada.
Estemos atentos a lo que pasa en este conflicto de las súper potencias, que atañe directamente al reto que México tiene para mantener vigente y competitivo el TMEC. El que lo estemos, con un enfoque asertivo, está en nuestro interés y el de nuestros socios.
Buscando, también, un piso de certeza de largo plazo para ese tratado, y considerando la relevancia de lo que ahora trasciende en el acuerdo con China, tanto lo que muestra sobre la posición de negociación de Trump, con sus vulnerabilidades expuestas, como por la trascendencia de la economía china.
Aún queda mucho por ver en esta historia. El acuerdo sí fue más allá de lo que muchos analistas esperaban tras semanas de retórica conflictiva, pero no debemos engañarnos y tomarlo como una señal de vuelta a la normalidad. Eso es prácticamente imposible en lo inmediato y poco probable que suceda a mediano plazo. La geopolítica cambió.
China lo está haciendo. Sus fabricantes están priorizando a Europa y a otros países, incluyendo a México, incluso si los aranceles estadounidenses bajan a los niveles anteriores. Ven a Estados Unidos como un mercado poco fiable.
Claramente, nuestro destino e intereses están vinculados a nuestros vecinos del norte. Especialmente a Estados Unidos. Mucho más que cualquier otro país, salvo quizá, Canadá. Pero conforme a las nuevas realidades que hoy se están configurando. Y eso incluye, nuevamente, considerar de manera estratégica nuestras relaciones con China.
México aplica aranceles a importaciones de China de alrededor de 5%, pero hay casos donde pueden ser mucho más altos, hasta 50%, como en textiles, con 35% para proteger la industria nacional.
Hoy, México exporta a China alrededor de 10 mil millones de dólares anuales. En cambio, les compramos bienes y servicios por más de 120 mil millones. El déficit es cada vez mayor. Para comparar, en 2024, las exportaciones de México a Estados Unidos alcanzaron un récord de 617 mil millones. Somos ya el exportador número uno a ese mercado, que es 80% de lo que vendemos al mundo. Y les compramos cerca de 506 mil millones de dólares anuales, que tampoco es poca cosa.