JOSÉ ZENTENO

Ha llegado el primer día después de consumada la elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial mexicano. Se trató de una elección sin precedentes en el mundo. Ningún país somete a una elección popular la designación de toda la estructura de personas juzgadoras. Es una más de las decisiones populistas que impulsó el régimen de López Obrador y Claudia Sheinbaum para someter y controlar la justicia en el país.

Ocurrió lo que tanto se dijo que pasaría, la participación ciudadana apenas alcanzó un 12 por ciento de la lista nominal de electores. Es decir, sólo un poco más de uno de cada 10 ciudadanos atendió al llamado de régimen para elegir a los más de 800 cargos entre ministros de la Suprema Corte, magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial, magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, magistrados de las Salas Regionales Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, magistrados de los Tribunales Colegiados y Jueces de Distrito.

¿Por qué fue tan baja la participación? Hay dos grupos de abstencionistas; los que jamás entendieron de qué se trataba la elección y desconocían las funciones de los diferentes puestos en juego. Y los que, como yo, pensamos que la reforma constitucional al Poder Judicial estaba viciada de origen, que es mala idea politizar la impartición de justicia, que la designación de candidatos fue un reparto de posiciones entre grupos aliados a Morena (incluso permitió la designación de personas vinculadas con el crimen organizado), y que la votación en sí misma resultaría compleja y carente de vínculo político entre el ciudadano y los candidatos seleccionados.

El 88 por ciento que no participamos, más el uno por ciento que anuló su voto, jamás creímos que elegir a las personas juzgadoras fuese a mejorar la impartición de justicia en México. Nunca hubo una motivación real y objetiva para activar la voluntad ciudadana a pesar de que el tema estuvo en los medios durante muchos meses. Es más, ni siquiera todos los simpatizantes duros de Morena, ni los beneficiarios de programas sociales atendieron a la convocatoria de participar en la elección.

El día después de las elecciones más caras y absurdas de la historia deja al descubierto lo que siempre se dijo, que los ganadores ya estaban determinados antes de las elecciones. Los punteros son las mismas personas que aparecieron en los acordeones que les dieron a los millones de acarreados. Todo era una farsa orquestada desde el poder. Una simulación que costó más de siete mil millones de pesos.

Le pregunto apreciado lector, lectora ¿Se le ocurre una mejor manera de utilizar esos siete mil millones para mejorar la impartición de justicia en México? A mí se me ocurren muchas cosas en que gastar ese dinero, seguramente a usted también. 

Por lo pronto usted y yo podremos concluir que el Estado Mexicano fue asaltado, que lo robado suma siete mil millones de pesos, la independencia del Poder Judicial, la democracia y el futuro de varias generaciones.

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