Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Hace un año, la primera gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso Hidalgo, vivía sin saberlo sus últimos días de vida, en los primeros y únicos 10 que tendría de mandato. A casi un año —el próximo 24 de diciembre (24D) se cumplirá—, las investigaciones sobre el percance aéreo en el que murieron ella, su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, y tres personas más, no han arrojado un veredicto sobre qué fue lo que pasó. Hace 365 días también que Puebla perdió la candidez, si es que aún la tenía luego del agrio conflicto poselectoral de 2018, la inocencia política pública. Todo podía pasar y todo pasó. Muchas cosas han cambiado, pero lo más elocuente es el fallecimiento también del morenovallismo, como corriente, como proyecto y como grupo político. Luego del estupor temprano, nadie hubo que defendiera el legado de sus líderes. Hoy está extinto.
La indeseable tardanza que se advertía en el resultado de las indagatorias de la caída del helicóptero Agusta, desde los pocos días después del incidente, ha venido ocurriendo.
Con ésta, la reproducción de las especulaciones.
Con ella también la sustitución de la verdad histórica por el imaginario colectivo.
Ante la ausencia de los datos precisos y un informe final, la leyenda urbana:
“Que no murieron y huyeron”. “Que los asesinaron”.
Todo complicando el genuino dolor de los deudos.
Desde entonces, en estos 12 meses transcurridos, Puebla ha tenido cuatro mandatarios.
La fallecida Martha Erika.
Jesús Rodríguez Almeida, como encargado de despacho.
Tras él, Guillermo Pacheco Pulido como interino.
Luego de la elección extraordinaria de junio, el gobernador constitucional Miguel Barbosa Huerta.
También desde entonces, una decena de exhortos se han presentado desde el Senado de la República, principalmente, para urgir a un veredicto.
También en la Cámara alta se creó una comisión especial para este caso.
Al menos tres conferencias de prensa mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador se han centrado en el caso.
Con los días, aunque muy pocos después del percance, también murió definitivamen- te el morenovallismo.
En el dolor y el desconcierto, hubo voces que ofrecieron luchar por el legado de su líderes y mentores.
Pero luego nadie hizo nada serio por ello.
Muchos adjetivos caben en las conductas de quienes crecieron políticamente y en sus patrimonios al cobijo del morenovallismo.
Unos “huyeron”.
Algunos “se retiraron”.
Otros “traicionaron”.
Unos más “dieron bandazo”.
La sobrevivencia fue su motivación. Tanto la política como la económica. Buscó la mayoría acomodo en el nuevo régimen.
Cada vez que llega el 24 de cada mes, desde el Partido Acción Nacional (PAN) vienen tímidos reproches sobre la tardanza de las investigaciones que están a cargo del gobierno federal lopezobradorista.
Los informes parciales han recibido calificativos de ser atole con el dedo y “una burla”.
El presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) panista, Marko Cortés, ha sugerido que se trató de un atentado.
Con un “¿quién fue?, a finales de agosto pasado, dejó la sospecha en el aire.
Pero esas proclamas vienen como conmemoración.
Fuera de eso, la agenda pública es distinta. Tienen ellos y todos temas distintos. Puebla hoy es muy diferente, a casi un año. El morenovallismo ha quedado extinto. Distinto tal vez de la verdad oficial, la historia tendrá con el tiempo un juicio definitivo. Ese que comenzó a redactarse esa tarde del 24 de diciembre de 2018.