Por Víctor Florencio Ramírez Cabrera
Tuve la oportunidad de recorrer el sábado pasado las localidades de Xaltepec en Huauchinango y de Chicahuaxtla en Tlaola, las dos más afectadas de la Sierra Norte de Puebla por el paso del fenómeno natural Earl.
El desastre se ve no solamente en las localidades, sino desde los caminos, con todos los deslaves.
No es necesario ser ingeniero forestal, civil, ni geólogo para entender lo obvio: la cantidad de tierra deslavada es inversamente proporcional a la cantidad de árboles que había antes.
Mientras menos árboles, más deslaves y este tampoco es un secreto de las ciencias ambientales, pero es necesario recordarlo: los árboles extienden sus raíces entre la tierra y se vuelven, con la madurez del árbol, el soporte mecánico de los cerros.
El problema en la sierra norte de Puebla, y en buena parte del sureste mexicano, es que hay un arraigo cultural fuertísimo hacia la siembra del maíz, una planta que al finalizar la temporada se retira de la tierra y, aunque se puede sembrar en conjunto con otras plantas, estas no desarrollan raíces profundas, no como los árboles, lo que va haciendo que al ampliarse la frontera agrícola se vaya perdiendo el soporte mecánico de las laderas y bosques.
¿Qué otros cultivos se usan en la zona? Hay mucha planta de ornato y pino para árbol de navidad. Sin embargo, la forma de vender el pino (y obviamente las plantas de ornato) ha terminado por afectar el suelo: la gente saca el árbol con todo y raíz, para que el árbol permanezca mas tiempo vivo y con mejor apariencia
La realidad es que los productores van empobreciendo la tierra y volviendo a hacer el mismo proceso que con el maíz: no permitir el crecimiento de raíces, desestabilizando los terrenos, perdiendo la riqueza del suelo en todos los lugares donde se hace.
Si nos paramos en el kiosko de Xaltepec, volteando hacia su iglesia, veremos al fondo el cerro Huitztepetl[1] con pendientes pronunciadísimas, que muestran cuadros completos sin arboles, dedicados a cultivo de especies pequeñas con poca raíz y que significan un peligro de deslaves evidente. Los riesgos se mantienen y mientras no haya un cambio en las formas productivas, seguirán así.
Los gobiernos iniciarán la reconstrucción y/o reubicación de las localidades, casas y colonias en riesgo, pero ¿Qué pasará con las laderas? ¿seguiremos teniendo cultivos no aptos para laderas y con riesgos de deslaves? Porque además de los deslaves, el manejo del campo ha dejado un agravante de las tragedias: pobreza transgeneracional. Quien siembra maíz de baja productividad (menos de una tonelada al año por hectárea), vivirá eternamente de dádivas, en la pobreza.
El gobierno municipal de Huauchinango, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y algunos privados han visto ya este problema y ponen manos a la obra. Como ejemplos están productos de zarzamora, truchas, miel, nuez de macadamia y otros productos compatibles con el bosque y la reforestación. Si agregamos el proyecto turístico de Papatlazolco, se puede iniciar un cambio que aleje, de forma relativamente rápida, estos problemas de la región.
El proyecto turístico debe proponerse de nuevo, con un planteamiento social distinto, tomando como ejemplo el modelo de áreas protegidas y turismo que usa con éxito internacional Costa Rica.
Muchos de los opositores al proyecto turístico se opusieron desde la ignorancia; esperemos que estos cambios necesarios no sean rechazados sin ver el impacto positivo que pueden tener y desde el romanticismo por el maíz y costumbres improntadas en la región. Van vidas de por medio, el desastre natural ya nos dio el ejemplo.
Al pie: Gracias a Amy Camacho por su apoyo desinteresado a los damnificados y por el impulso con el que hace las cosas. México necesita más empresarios y ciudadanos como ella.
[1] Nombre comunicado por quien esto escribe por un originario de Papatlazolco, localidad vecina