palougCarta  de  Boston  XXVI

Por Pedro Ángel Palou / @pedropalou

El ejército que defendía Puebla era una especie de asamblea nacional
compuesta de contingentes militares, diputados por la mayoría
de las Entidades federativas y que rivalizaban en entusiasmo y valor.
La defensa fue heroica, según las confesiones unánimes de los oficiales franceses
que han declarado ante la historia; sus episodios enorgullecen y conmueven; con ellos puede formarse un devocionario de mexicanismo épico para preparar a las generaciones nuevas a la comunión cívica en la República y la Patria. El juicio definitivo
lo pronunciaron los franceses que, ante la rendición De Metz,
gritaron a Bazaine: ¿Por qué no hicisteis como los mexicanos en Puebla?

—Justo Sierra

 

Hace más de medio siglo, durante la ceremonia del Centenario del Sitio de Puebla, el discurso oficial. Era el entonces Secretario de Educación federal, el escritor jalisciense Agustín Yáñez, quien tituló a sus palabras de entonces La voluntad heroica. El sitio de Puebla, el más largo de la historia, superior a Numancia y Sagunto o Zaragoza, duró sesenta y dos días y lo soportaron estoicamente el ejército y la población civil. La gloria victoriosa del 5 de mayo de 1862 vela el holocausto glorioso del 17 de mayo de 1863, y cuenta tanto como la derrota en los Fuertes de Loreto y Guadalupe del ejército más poderoso del mundo, el haberlo resistido. Como afirma Yáñez, entre las naciones como en los individuos el carácter se forja más a golpes de adversa, que de próspera fortuna; el ánimo colectivo alcanza fortaleza y la dispone al heroísmo cuando ante los reveses distiende la voluntad a extremos descomunales que parecen sobrehumanos.  Las fuerzas francesas se replegaron al estado de Veracruz, después de la batalla del 5 de mayo de 1862. Allí, sin temor de ser atacadas por las mexicanas, aguardarían los refuerzos que en su auxilio les enviaría el emperador Napoleón III.

BLOG ALFONS CÁNOVAS
BLOG ALFONS CÁNOVAS

El Cuerpo del Ejército de Oriente no se daba un momento de reposo en su tarea de reorganizarse y fortalecerse aún más. El éxito de la jornada del 5 de mayo había levantado ánimos e infundido grandes esperanzas. Pero todos, generales y oficiales, no podían menos de estar seguros de que ese triunfo había de encarnizar más la lucha, pues era natural que el ejército francés quisiera reconquistar su legendario prestigio. Nadie dejaba de reconocer la fuerza militar de la Francia y menos aún el valor de los soldados invasores. Era necesario entonces anteponer el entusiasmo con calma y prudencia. De esta manera comprendía la situación Ignacio Zaragoza, general en jefe del Cuerpo del Ejército de Oriente.

Detener al invasor todo el tiempo posible dando oportunidad a la nación para que adoptara una actitud de defensa fue la mira que tuvo el general Zaragoza al idear su plan de fortificar el recinto de la ciudad de Puebla. La muerte, ocurrida el 8 de septiembre, le impidió ver concluido su proyecto y su sucesor, Jesús González Ortega, tuvo la gloria de dar cima a la empresa.

El plan de fortificación adoptado por Zaragoza consistió en la construcción de un sistema de fuertes y en fortificar cuatro zonas de manzanas. Los fuertes fueron nueve: Guadalupe, Loreto, Demócrata, Iturbide, Morelos, Hidalgo, Ingenieros, Remedios e Independencia.

Las fortificaciones fueron construidas sin mucho dinero pero sí con mucho esfuerzo. Podríamos decir que el ejército defensor de Puebla no era una fuerza regular.

FOTO

Jesús González Ortega, general en jefe del ejército mexicano, era un patriota que sólo por las circunstancias abrazó la carrera de las armas. No era un militar de profesión. Sin embargo había alcanzado prestigio por el éxito obtenido en muchas de sus acciones.

Antes del 5 de mayo de 1862, el ejército francés se había formado un juicio sobre la expedición que emprenderían. Los informes que de aquí se tenían hacían pensar que sojuzgar a la República de México era empresa fácil y a Napoleón III se le había hecho creer que los mexicanos todos clamaban por la intervención.

Después del desastre del 5 de mayo, tuvieron que modificar sus ideas. Los franceses pensaron más en serio en el problema y desecharon su optimismo. El México con que el que se enfrentarían no era el de 1846 o el de 1847.

México no pudo darse cuenta del peligro que lo amenazaba durante la intervención norteamericana: la anarquía y la pasión le cegaban. Sin embargo, México sacó ventaja del desenlace de esa intromisión. Se le despojó de más de la mitad de su territorio y con ese acontecimiento adquirió experiencia. Se construyó lo que Morelos llamó mucho antes:  sentimiento nacional.

Cuando Francia inició la intervención, México acababa de pasar por la revolución de Reforma que había creado un anhelo nacionalista ante el cual se estrellaron las armas francesas. Fue el muro de ese anhelo republicano –de construir instituciones sólidas y un país próspero y justo para todos– un muro infranqueable.

Napoleón III designó al general Forey para vengar el agravio inferido a la invencible Francia. Y para eso se le dieron los recursos necesarios para hacer una campaña de buen nivel.

El ejército de Forey estaba formado por dos divisiones de infantería, una brigada de caballería, y el material de sitio, reservas de artillería y todos los servicios administrativos requeridos.

Las fuerzas conservadoras aliadas de los franceses ascendían a mil 300 hombres de infantería, mil 100 de caballería y 50 artilleros.

ESPECIAL
ESPECIAL

Los obstáculos que se presentaron al ejército francés, luego del desembarco, fueron la falta de alojamiento para las tropas, la escasez de provisiones y carencia de medios de transporte, sin contar con la insalubridad del puerto de Veracruz.

El ejército expedicionario podía seguir dos caminos para llegar a Puebla, su objetivo. El primero por Orizaba y el segundo por Jalapa. El general Forey determinó que el ejército se dividiera en dos fracciones: una debía seguir el camino de Orizaba y la otra el de Jalapa.

Todo estaba listo para emprender las operaciones sobre Puebla. Todo se había hecho con precaución. Nada se dejó al azar.

El general Forey trasladó su cuartel general a Quecholac, a donde reunió una junta de guerra que discutió las maneras de efectuar el ataque.

El avance de las tropas francesas desde Veracruz hasta la altiplanicie no tropezó con más obstáculos que los de la naturaleza y algunas guerrillas que dificultaron sólo un poco la marcha.

El mérito de González Ortega consistió en darse cuenta de las
circunstancias.

El general González Ortega tenía la creencia de que el ataque a la ciudad de Puebla iba a ser general y simultáneo. De ahí la manera como distribuyó sus fuerzas en los fuertes y el poco interés que tuvo en posesionarse y fortificar el cerro de San Juan.

BLOG ALFONS CÁNOVAS
BLOG ALFONS CÁNOVAS

En las instrucciones que Napoleón III dio al general Forey, le indicaba: “Para apoderarse de Puebla, creo absolutamente inútil que se establezca el sitio de Guadalupe y de Loreto. El ataque por el Carmen (Hidalgo), durante las guerras civiles, siempre ha dado éxito, y un ataque de barricadas será mucho menos mortífero que el sitio de las colinas
mencionadas”.

El 19 de marzo el general Forey estableció su cuartel general en el cerro de San Juan.

Desde que observó la maniobra del ejército francés, González Ortega comprendió las intenciones del enemigo. Mandó reforzar el fuerte de Iturbide con cestones, sacos de tierra, faginas y repuestos de
municiones.

La caballería mexicana, que hasta entonces sólo había servido para hostilizar las columnas francesas en su avance desde Amozoc hasta los suburbios de la plaza, se había encerrado en Puebla por orden del general Ortega. Esta determinación formaba parte del plan de defensa, en atención a que se esperaba no un sitio formal, sino un ataque rudo por algunos de los puntos fortificados, y se deseaba que la caballería, en ese caso, sirviera para decidir la acción sobre la llanura.

El día 23 por la tarde, los franceses terminaron sus disposiciones preliminares del sitio. Se puede decir que el 26 fue cuando iniciaron formalmente las operaciones. Al amanecer los franceses abrieron sus fuegos sobre el Iturbide y en pocas horas quedaron destrozados los parapetos del baluarte. El actual Instituto Cultural Poblano, remozado para penitenciaría en el porfiriato, recibió tantos tiros que quedó muy dañado. El bombardeo siguió todo el día sobre el fuerte y la ciudad.

El general Francisco P. Troncoso, en su Diario de las Operaciones Militares del Sitio de Puebla en 1863, dice que: “como a las 8 de la noche, los centinelas dieron la alarma, pues una línea de tiradores enemigos se vio a manos de 150 metros (…). El enemigo se retiró a su paralela con algunas pérdidas, y durante una hora hizo un fuego violento de
cañón”.

Por su parte, el general Forey asegura que no hubo tal asalto y que sólo se trataba de construir la tercera paralela con dos mil trabajadores.

El día 28 la artillería se encarnizó y los fuegos con que respondían los cuatro cañones del Morelos, fueron apagados. Siete días de fuego que Forey comparó con la batalla de
Sebastopol.

Así pasó también abril, fracasando los ataques contra las posiciones de San Marcos, el Carmen, San Agustín, Totimehuacán y Santa Inés, precisamente el 25 de abril en un rechazo tan violento que frenó la acometida francesa. Forey denegó las peticiones diplomáticas de dejar salir mujeres, niños y ancianos de la ciudad. Opinó González Ortega: “El general francés cree que por el terror de las familias obligará a la guarnición a rendirse; si esto cree, se equivoca, pues lo soldados que mando y yo muy particularmente estamos resueltos a defender man zana por manzana, edificio por edificio, aunque todo quede convertido en ruinas”. A fines de abril ya sólo hubo carne de burro y perro; a principios de mayo el salvado era el único alimento disponible. En su desesperación, la gente se lanzaba a la calle más en busca de la muerte que de comida. González Ortega no recibe ayuda de Comonfort, del otro lado del cerco, y es invitado por el general francés a aliarse al ejército invasor y a ser proclamado presidente para concluir la guerra. Las palabras de González Ortega todavía resuenan en la conciencia: se dice militar y afirma no tener poderes legítimos para intervenir en las cuestiones políticas o diplomáticas de México.

A las cuatro de la mañana del 17 de mayo, González Ortega escribe a Forey:

“Señor general: no siéndome ya posible seguir defendiendo esta plaza por la falta de municiones y víveres, he disuelto el ejército que estaba a mis órdenes y roto su armamento, incluso toda la artillería”. Sabía que alcanzaban ya las municiones para sólo dos horas de batalla.

“Queda pues la plaza a las órdenes de V.E., y puede mandarla ocupar, tomando, si lo estima conveniente, las medidas que dicta la prudencia, para evitar los males que traería consigo una ocupación violenta, cuando ya no hay motivo para ello.

“El cuadro de generales, jefes y oficiales de que se compone este ejército, se halla en el palacio del Gobierno, y los individuos que lo forman se entregan como prisioneros de guerra. No puedo, señor general, seguir defendiéndome por más tiempo, si pudiera, no dude V.E. que lo haría”.

Después de la rendición, los 26 generales y los mil 400 jefes y oficiales rehusaron el pliego de Forey. Escriben: las leyes del país proscriben contraer compromiso alguno que menoscabe el honor militar.

Algunos fueron ejecutados, otros marcharon a Francia cantando el himno nacional. José María Vigil dice al respecto: “Se había perdido una plaza, pero se había salvado el honor de México”. Yánez afirma: “Se había perdido una batalla pero se había asegurado el triunfo final de la República”

La resistencia heroica del Sitio de Puebla de 1863 fortaleció al itinerante gobierno de Juárez, fortaleció a tal grado el sentimiento de la nación que la emperatriz de Francia dijo: “Las pirámides de Egipto fueron menos difíciles de construir que lo que sería vencer a la nada
mexicana”

CORTESÍA AURELIO MENDO
CORTESÍA AURELIO MENDO

En su frase despectiva no puede ocultar el orgullo herido de todo imperialismo que se encuentra con la fe legítima de los habitantes de una República libre y soberana para hacer valer los derechos de su libre autodeterminación. ¿Qué tenía Juárez? ¿Qué tenemos aún hoy los mexicanos frente a los avasallamientos del poder absoluto, que corrompe absolutamente? Algo simple y asaz efectivo, el derecho, el arma más poderosa, el derecho cuyo respeto engendra la paz.

Aún así, también en el terreno de las armas los sitiados de Puebla no fueron vencidos ni comprometieron, como decía el presidente Juárez, la palabra sagrada de la patria.

Olvidando el hambre, la gente del pueblo aclamó el 17 de mayo de 1863 a los generales y jefes reunidos en el atrio de Catedral. Y a algunos malos mexicanos y malos poblanos que osaron gritarles que se habían puesto al servicio del invasor, la muchedumbre a gritos los llamó traidores y bandidos. Y aplaudió cuando los antipatriotas fueron azotados por los propios soldados franceses. Actitud popular que contrastó con la que, tristemente, las clases pudientes asumirían poco después al recibir en Catedral, solemnemente, a las huestes extranjeras entonando un espantoso te deum por su llegada. Fueron pocos, serán siempre pocos en un país que ha construido su historia desde el mejor liberalismo, con un profundo respeto a los otros y las otras, pero que ha exigido ese mismo respeto para las legítimas instituciones de su República.

Como afirma Yáñez, no es el territorio sino el corazón de los mexicanos un castillo al que no puede llegar la invasión.

 

El parte oficial

En este sótano se encuentran fragmentos del parte que Ignacio Zaragoza rindió al Ministro de Guerra y Marina, Miguel Blanco, tras la batalla del 5 de mayo de 1962.

El documento elaborado por el General en Jefe del Ejército de Oriente fue redactado en el Cuartel General en Puebla, el 9 de mayo.

El reporte más célebre es otro, el telegrama datado el mismo 5 de mayo desde el “Cuartel General en campo”, que llegó a las 17:40 a la Ciudad de México diciendo “Las armas nacionales…”

Batalla de Acultzingo, 28 de abril de 1962 Al mando de Zaragoza, 4 mil soldados mexicanos enfrentaron a 6 mil franceses; 50 de los primeros murieron y 500 legionarios
Batalla de Acultzingo, 28 de abril de 1962 Al mando de Zaragoza, 4 mil soldados mexicanos enfrentaron a 6 mil franceses; 50 de los primeros murieron y 500 legionarios

 

Escribe el General Zaragoza:

“Después de mi movimiento retrógrado que emprendí desde las cumbres de Acultzingo, llegué a esta ciudad el 3 del presente según tuve el honor de dar parte a usted. El enemigo me seguía a distancia de una jornada pequeña, habiendo dejado a retaguardia de aquélla, la segunda brigada de caballería, compuesta de poco más de 300 hombres, para que en lo posible lo hostilizara, me situé como llevo dicho en Puebla”.

“La tarde del 5 de mayo” Así se llama esta obra del pintor Patricio Ramos Ortega, que se encuentra resguardada en el museo Casa de Alfeñique.
“La tarde del 5 de mayo” Así se llama esta obra del pintor Patricio Ramos Ortega, que se encuentra resguardada en el museo Casa de Alfeñique.

 

Sobre los fuertes dice:

“En el acto di mis órdenes para poner en un regular estado de defensa los cerros de Guadalupe y Loreto, haciendo activas las fortificaciones de la plaza, que hasta entonces estaban descuidadas”.

 

Miguel Negrete, al mando…

“…de 1,200 hombres”. El general nacido en Tepeaca cumplió 37 años tres días después de la batalla de Puebla.

 

Todos los brazos posibles La tradición oral alimentó escenas artísticas como ésta, acerca del fragor de la batalla, hacia el medio día, en el cerro oriental de la ciudad de Puebla.
Todos los brazos posibles La tradición oral alimentó escenas artísticas como ésta, acerca del fragor de la batalla, hacia el medio día, en el cerro oriental de la ciudad de Puebla.

En el hoy parque de San José:

“El mismo día 4 hice formar de las brigadas Berriozábal, Díaz y Lamadrid, tres columnas compuestas: la primera de 1,082 hombres, la segunda de 1,000 y la última de 1,020 toda infantería y además, una columna de caballería con 50 caballos… Estas fuerzas estuvieron formadas en la plaza de San José hasta las doce del día a cuya hora se acuartelaron. El enemigo pernoctó en Amozoc”.

Reporte en el exterior Las crónicas de aquel año hacían notar la forma en la que los mexicanos defendieron la plaza. BLOG ALFONS CÁNOVAS
Reporte en el exterior Las crónicas de aquel año hacían notar la forma en la que los mexicanos defendieron la plaza.
BLOG ALFONS CÁNOVAS

Madrugada

“A las 5 de la mañana del memorable día 5 de mayo, aquellas fuerzas marchaban a la línea de batalla que había yo determinado; y verá usted marcada en el croquis adjunto: ordené al C. Comandante general de artillería, coronel Ceferino Rodríguez, que la artillería sobrante la colocara en la fortificación de la plaza, poniéndola a disposición del C. Comandante militar del Estado, general Santiago Tapia”.

El campo abierto Los cerros de Loreto y Guadalupe fueron sedes de dos de los 12 fuertes de Puebla en el siglo XIXI. FGG F GFG F G F G
El campo abierto Los cerros de Loreto y Guadalupe fueron sedes de dos de los 12 fuertes de Puebla en el siglo XIXI.
FGG F GFG F G F G

 

Valor

“La noche se pasó en levantar el campo, del cual se recogieron muchos muertos y heridos del enemigo y cuya operación duró todo el día siguiente…”

“Por demás me parece recomendar a usted el comportamiento de mis valientes compañeros: El hecho glorioso que acaba de tener lugar, patentiza su brío y por sí solo los recomienda.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *