Muchas veces las opiniones que se emiten, le da comezón mental a los que no las comparten, y hay casos en que con toda facilidad las desechan sin discutirlas sensatamente, y aquel que las ha expuesto, es condenado, mientras que la opinión sobre aquel asunto en cuestión, pasa al mundo de las cosas muertas. Sin embargo, hay situaciones en las que quien emite la opinión, es descalificado, juzgado y muchas veces en casos extremos, expulsado del ruedo de la amistad, de la confianza, de la interrelación de ideas y se vuelve un innombrable entre los grupos que piensan distinto, sino es que muchas veces, es objeto de un tenaz desprecio. ¿Pero qué pasa si aquel juzgado, calificado y expulsado, tiene la razón y el tiempo con sus largas zancadas, avanza como una bestia agitada hasta llegar al momento de la comprobación y de una bofetada demuestra aquella verdad con pelos y señales? Ese modelo de acontecimientos, suele pasarle a los sabios, a los que supieron pensar y atinaron. ¿Y qué hacen los que juzgaron, calificaron y despreciaron? Simplemente callarse y comerse lo que escupieron. Pero eso sí, ajustar aquella verdad, de nuevo a sus convicciones y pintarla con sus colores, acomodarla, como se acomoda un sombrero en la cabeza a la medida. Pero el que tuvo la razón ya quedó marcado y tal vez algo se le rompió por dentro. Eso es lo que suceden gran medida con las redes sociales que lograrán uniformar ideologías y creencias y en sus dinámicas, construyen bandos que siempre tienen que ver con el hecho de no estar con los rebeldes, con los que un día levantan la distinta bandera de lo que piensan y el grueso de los que forman parte de una especie de moda, los vuelve a descalificar irracionalmente o descerebradamente por usar el adjetivo que le dio a las redes el inteligente Javier Marías.

Hoy el control que por sí mismas las redes le aplican a la sociedad, cada día es más poderoso y los distintos bandos que discuten ideas, se han debilitado a la uniformidad insulsa de aplaudir estúpidamente lo que consigue más laiks. Es penoso que esos escaparates de Facebook, tuiter, Instagram, esté dictando bajo una fácil mentís, maneras que desembocan en maneras de vivir, formas de pensar y hasta creencias de la mujer perfecta, el hombre exitoso, el padre de familia ejemplar o la mujer combativa, cuando esa apariencia, se reduce a eso: apariencia. Vivimos un tiempo re en que la apariencia significa más que lo esencial de una persona. Y las ideas son como el papel en el aire, porque son puestas allí en palabras muchas veces mal escritas, como si pensar, valiera lo mismo que el aire que se las lleva.

Olvidamos pronto y suele no hablarse mucho en persona, de los logros que se colocan en las redes, como si no importaran, o como si secretamente se pensara que no es verdad, que aquello sigue siendo una apariencia convenida entre quien la coloca en los muros cibernéticos, y quien la mira para no creerla, porque aquellos amigos son iguales en estatura y los iguales, no son capaces de superarse. En las redes todos somos iguales aunque se ostente una diferencia que debe hacer a sus protagonistas, seres perfectos y sobre todo, política y moralmente correctos, buenos ciudadanos, artistas ejemplares, mujeres hermosas que saben modelar, hombres interesantes que leen libros interesantes, que han estudiado y saben de la vida, que buscan la verdad en las frases celebres, que viajan, que todo les es posible y que tienen los mejores gustos para comer, dormir y comunicarse con los demás y que aman la vida bonita. Hombres que pueden decirle a cualquier mujer respetuosamente qué guapa estás, y desearle lo mejor. O mujeres que elogian la sabiduría masculina y defienden los derechos de la mujer. Pero mucho de todo esto, es pose, apariencia, palabra que no tiene peso, frases repetitivas de buenos deseosy criticas que nunca profundizan.

Hoy día las ideas entre los usuarios, se han ido debilitando y han perdido valor, y vemos personajes que se enorgullecen de no tener ideas profundas porque llevan prisa, porque no se detienen ante la vida pragmática en la que este tiempo les ha inscrito. Y en razón de que se vive rápido, ya sólo se leen cabezas de periódicos, títulos de libros, abundan las noticias sangrientas al grado de hacer estrellas del momento a los asesinos y ladrones, se multiplica el morbo secreto, se multiplican las noticias falsas, y si a eso agregamos, todas esas páginas falsas y malévolas que circulan por allí, la mentira triunfa y mantiene en la creencia que muchas mentiras proferidas, son parte de nuestro contexto verdadero. Y parece que ya nadie se acuerda que las ideas están en los libros, que el mundo libresco pese a que no lo parezca, aún forma parte de una resolución de pensamiento que puede darle a la realidad, mejores alternativas para su desarrollo verdadero, y así se pudiera salvar ese tumulto de compradores de la vacuidad y el vacío al que el mercado humano se dirige estruendosamente.

Por último, es muy claro que la lectura de libros completos (digitales o físicos, eso no importa por ahora), pero de verdad completos, ya es escasa hasta en las universidades serias, cuantimás en esas que son universidadesnegocio que crecen como hiedra por todas partes del país. La ignorancia crece legalmente y plenamente autorizada. Es cool ser ignorante y vivir colgando de las pobres y esqueléticas ideas de la multitud en tránsito por las descerebradas redes sociales, como las llamó Javier Marías.

Para algunos me cuento entre ellos, es triste ver el derrumbe de las ideas grandes, la caída de la tolerancia y el hundimiento de los frutos del pensamiento que otros dejaron en la historia. Sí, si es triste.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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