Al irrumpir el coronavirus en su país, Italia, el filósofo Giorgio Agamben se aprestó a ver el fenómeno de lo que ocurre bajo la mirilla del concepto que ha trabajado a lo largo de su vida: el estado de excepción.

En un artículo valientemente titulado: La invención de una pandemia planteó la pregunta: “¿por qué los medios de comunicación y las autoridades hacen todo lo posible para difundir un estado de pánico, provocando así un auténtico estado de excepción con serias limitaciones en el movimiento y una suspensión de la vida cotidiana en regiones enteras?”.

Desde luego que esta problematización rompió con el orden mundial, que plantea la exigencia de aplicar “cuarentenas” a diestra y siniestra, como medida de defensa contra un enemigo invisible, cuyo reino nos dicen será implacable y no tendrá fin. Filósofos en casi todo el mundo le criticaron lo que ellos consideran un “apresuramiento” en sus consideraciones. Pero quizá ellos mismos, sus críticos, se han apresurado guiados por este pánico, en sus descalificaciones.

Perú, Ecuador, Honduras, Chile, en nuestro continente, han decretado “estado de excepción”. Es decir, las garantías individuales, todas, se suprimen, durante el tiempo en que el Estado lo considere necesario. Por eso puede ordenar el confinamiento, la suspensión de actividades públicas y la vigilancia de quienes a partir de ese momento se consideran sospechosos.

En México el gobierno resistió durante un par de semanas a la presión social de cerrar fronteras y cancelar actividades, bajo el imaginario de que sólo así nos volveríamos inmunes. La respuesta institucionalizada era “no pasa nada, salgan, abrácense, bésense, aquí todo va a estar bien”. Pero la gente pensaba diferente. Tan es así que cuando la Secretaría de Educación Pública anunció un periodo adelantado de vacaciones, que luego transformó en educación a distancia, muchos padres de familia orillaron a sus colegios a adelantarse en las fechas y ya no dar clases. Muchas universidades cerraron por estrategia. Pero miles de escuelas en todo el país cerraron por decisión de las familias.

El sentir de la mayoría de los mexicanos, según revelan encuestas, es que el gobierno no está haciendo las cosas bien ante esta emergencia. Y, no lo dicen las métricas, pero lo expresan en lo individual y en lo colectivo, lo correcto sería decretar un estado de excepción. Algo que Agamben llama como un “círculo vicioso perverso, las limitaciones de libertad impuestas por los gobiernos se aceptan en nombre de un deseo de seguridad”. Parece que estamos dispuestos a renunciar a las libertades individuales con tal de ser salvados. Freud explicaría que los individuos buscamos en determinados momentos superar “inhibiciones, miramientos y autorreproches” y eso se logra en la masa. Luego la masa “quiere ser siempre gobernada por un poder irrestricto”.

Pero México no es el único país donde ocurre esto. El filósofo coreano Byung-Chul Han, quien considera que es en la cultura oriental y no en la occidental “donde se logra (la) mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo)”, narra que, si los casos de éxito del control ante la pandemia se están presentando lo mismo en China, Japón o Corea, es porque las personas están dispuestas a entregar el control de su vida real y virtual. No hay, dice, el concepto de vida privada. Los gobiernos orientales tienen acceso a todos los datos de sus ciudadanos. Lo que escriben y lo que leen en Internet. Qué compran y a quién visitan. Los orientales confían casi ciegamente en sus autoridades, tan es así que muchos que migraron a Europa están queriendo regresar, porque sólo en sus países de origen, con esas formas de gobierno, se sentirían salvados. Byung-Chul adelanta que el paso siguiente es la entrega de los datos biométricos para que el Estado haga con ellos lo que quiera.

Por lo pronto el Estado mexicano está renunciando a suspender las garantías individuales. Pero parece que los mexicanos no.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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