Previo al fallecimiento del Papa Francisco, ya se había llevado a cabo un precónclave en el Vaticano, moviendo las piezas en torno a la futura elección del nuevo pontífice. Este proceso se da en el contexto del Año Jubilar, crucial para la Iglesia católica, en el que se definirán importantes decisiones para el futuro de la institución.
En una entrevista, Felipe Gaytán, sociólogo de la religión, comentó que tras la muerte de Francisco, se vivirán entre seis y nueve días de duelo formal. Sin embargo, estos días también marcarán una etapa de decisiones claves para el destino de la Iglesia, destacando una pugna interna entre elegir a un Papa conservador o uno más liberal.
La figura de los Papas ha evolucionado a lo largo de los años. Juan Pablo II fue un Papa muy político, liderando una cruzada contra el comunismo. Tras su muerte, Benedicto XVI asumió el papado y se le reconoció como el Papa teólogo, aunque carecía del carisma popular. Tras su renuncia en 2014, Benedicto XVI se convirtió en una figura clave dentro del Vaticano, ejerciendo su influencia como Papa Emérito.
Francisco, conocido por su enfoque reformador, firmó una carta de renuncia para evitar un mandato deteriorado por problemas de salud. Sin embargo, las presiones internas dentro de la Iglesia lo llevaron a enfrentarse con sectores conservadores que deseaban revertir sus reformas.
En cuanto a la participación de la mujer en la Iglesia, Francisco promovió una mayor inclusión del laicado y la participación femenina en diversos ámbitos eclesiásticos. Sin embargo, sectores más conservadores luchan por centralizar el poder dentro del clero.