Cada mañana, mientras la ciudad despierta, Annuar ya va zigzagueando entre baches, banquetas invadidas y autos que no lo ven. Entre Cholula y el sur de la ciudad de Puebla, su bicicleta es su aliada: lo lleva y lo trae entre el caos, sin depender del transporte público que suele ir atiborrado. Pedalea más de 15 kilómetros al día por calles que rara vez están pensadas para él.
Aunque existen varias ciclovías en la capital poblana, para Annuar representan más una simulación que una solución, afirmó en entrevista.
“No están mal, pero muchas son sólo un adorno que aparenta movilidad. La gente no las respeta, se estacionan encima o las usan como banquetas. Y cuando te estás desplazando, te das cuenta que en cierto punto se terminan de golpe, te dejan en medio del tráfico”, explicó el ciclista poblano.
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Annuar afirmó que las infraestructuras para ciclistas, en lugar de formar una red funcional, suelen estar fragmentadas ya que “nunca están conectadas unas con otras, siempre existen puntos muertos que complican moverte a otros lados”, señaló.
A pesar de conocer esas fallas, reconoce que hay tramos útiles, como en la Vía Atlixcáyotl, por ejemplo, o la que conecta a Plaza Dorada con Ciudad Universitaria y el Centro Histórico, sí ayudan mucho. “Ojalá todas funcionaran así”, dijo.
La experiencia relatada por Annuar no es única. Para quienes optan por la bicicleta como transporte cotidiano, las condiciones de seguridad y conectividad son un reto.
A pesar de que el aumento de carriles confinados para bicicletas en la zona metropolitana de Puebla, la falta de mantenimiento y de respeto por parte de automovilistas, siguen siendo deudas pendientes, señaló Annuar.
Y aunque no se considera activista, su presencia diaria en las calles lo convierte en una figura de resistencia: “No estoy luchando con nadie, sólo intento llegar a tiempo a mi trabajo sin morir en el intento”, aseguró mientras esbozaba una sonrisa.
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