En diciembre de 2023, don Alfredo Pérez contaba los días para su jubilación, periodo que pensó sería el inicio de una etapa de descanso, sin embargo terminó tomando un rumbo completamente distinto. Mientras realizaba su trámite de pensión, también buscaba empleo para poder mantener a sus cuatro nietos, huérfanos de madre y sin el respaldo de su padre.
Los planes que había hecho hace 10 años atrás tendrán que esperar. A sus 61 años, Alfredo ha dejado atrás la imagen del abuelo consentidor para convertirse en el pilar de una familia. Hoy cuida de sus nietos, quienes cursan primaria, secundaria y preparatoria.
“Yo siempre le decía a mi familia, a mi hermana, que cuando me jubilara me iba a ir al rancho. Me hice una casita para estar tranquilo, sin preocuparme por nada, porque mis hijos ya estaban grandes y se mantenían solos, pero no contaba con que uno de ellos me iba a dejar a sus hijos para rehacer su vida”, relata con la voz entrecortada.
Fue en agosto de 2019 cuando todo cambió. El proyecto de familia de su hijo se desmoronó. Su nuera fue asesinada durante un intento de asalto, cerca de su casa en la capital del estado. A partir de ese momento, la vida de Alfredo tomó un giro inesperado.
“A ella la mataron en un asalto. Desde entonces, uno como padre se acerca a su hijo para apoyarlo, para darle la mano, porque tenía niños pequeños. Pero lo que comenzó como un favor terminó siendo una obligación. Él empezó a ausentarse porque sentía mucho dolor, luego por el trabajo y después porque era joven y quería rehacer su vida. Me dejó a sus cuatro niños que visten, comen y tienen que ir a la escuela”, comenta con tristeza.
A punto de jubilarse, Alfredo tuvo que volver a asumir el rol de proveedor. Los gastos básicos del hogar de un día para otro incrementaron “ahora hay que pagar internet, inscripciones, uniformes, transporte escolar y todos los gastos de la escuela. Y eso sin contar si se llegan a enfermar”, dice.
Exempleado de una fábrica textil en Puebla y originario de Tecamachalco, Alfredo ya había pactado su retiro a los 60 años y al no poder revertir el proceso —ya que su vacante había sido ocupada— no le quedó otra opción que buscar trabajos eventuales para generar un ingreso extra mientras encontraba algo más estable.
“A veces no sé si reír o llorar”, confiesa con una sonrisa apagada. “Yo me imaginaba a los 60 años descansando en mi casita, con mis animalitos, relajado, pero ¡qué va! Mire mis años, y hoy estoy trabajando como guardia, en turnos de 24 por 24 para tener ingresos y que a mis niños no les falte nada”, relata.
La vida en el campo, en paz y con tranquilidad, tendrá que esperar. Hoy, don Alfredo forma parte de los más de 35 mil hogares en el estado encabezados por hombres. Con apoyo ocasional de su hija, ha asumido por completo la educación, seguridad y alimentación de cuatro menores que, desde hace seis años, encontraron en él la figura paterna que perdieron en su padre biológico.
“Algo que no puedo hacer es quejarme. Al final, creo que soy bendecido porque tuve siete hijos, tres míos y cuatro que, por decisiones de la vida –o de Dios–, me llegaron”, concluyó.