24 Horas España

Por Alberto Pelaez / alberto.pelaezmontejos @gmail.com

Pretenden disfrazar la realidad pero este país está que se cae. El déficit público ha superado el billón de euros y el privado los cuatro.

El desempleo aún es la lacra a combatir, con más de cinco millones de parados. Probablemente sean más, aunque son auténticos profesionales para maquillar las cifras.

En España hay 13 millones de pobres y el número sigue aumentando, mientras la brecha entre las clases elevadas y depauperadas es cada vez mayor.

Un millón y medio de familias españolas viven el drama de que ninguno de sus miembros ingresa un solo euro. Además, existe la pobreza energética que le afecta al 22% de la población. Pero esta cifra está cargada de cuerpos y almas que sienten el frío en sus poros hasta calar los huesos. No tienen calefacción porque no pueden pagarla.

También España se hace vieja y nuestros mayores están agotando la hucha de las pensiones que se acaba el año que viene, pero hay que volver a llenar la alcancía.

El subsidio de desempleo también toma un trozo de la tarta de los presupuestos del Estado. Y no todos los trabajadores tienen los mismos derechos. Los autónomos, por ejemplo, no pueden cobrar dicho subsidio, a pesar de estar cotizando a la Seguridad Social. En definitiva, no salimos de la recesión en la que España está sumida desde el año 2007.

Y entre todo este colapso aparece el aventurero presidente de Cataluña Carles Puigdemont y anuncia que va sacar una partida presupuestaria de seis millones de euros, seis millones 200 mil  dólares para preparar el referéndum y saber si la ciudadanía catalana quiere seguir siendo española o, por el contrario, quiere separarse del reino de España.

Pero además, al consejero de Exteriores catalán –Raúl Romeva– le han aumentado el presupuesto casi al doble –cerca de 100 millones de euros– para que pueda viajar por el mundo, gastándose la plata de todos los españoles, para contar por qué algunos ciudadanos catalanes quieren ser independientes.

En este punto ya me pierdo. Si España viviera un momento de bonanza podría llegar a entender que se destinara esa partida presupuestaria. Lo entendería sin entenderlo. Hay problemas acuciantes en España antes que plantear una campaña de independencia de Cataluña. Se parece más al teatro del absurdo de Eugenio Ionesco, porque cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Lo que me parece incompresible es que viviendo una situación tan delicada, el aventurero Puigdemont saque los pies del tiesto y se gaste el dinero mientras el 50% de los españoles perciben tan sólo el salario mínimo.

Después de un problema de desempleo, de precariedad en los servicios de salud, de una tercera edad que se desangra, de infrasalarios y de un reguero de problemas es un despropósito, representa una amoralidad, una afrenta, el hecho de utilizar seis millones de euros para que los catalanes decidan si van a ser independientes o no.

Es, sencillamente, un oprobio. Y es, además, un oprobio de imagen. Puigdemont y sus amigos saben que el referéndum no es vinculante. Se trata tan sólo de una pantomima mediática que ayuda a los nacionalistas a dar patadas de ahogado antes de morir por falta de éxito.

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