La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

No todos los días uno tiene discusiones tuiteras con gente brillante.

Raymundo Riva Palacio es, sin duda, el periodista mexicano mejor formado: el más agudo, el de mejor prosa, el de los datos duros menos blandos.

Este lunes, al medio día, llegó una respuesta sobre una columna que publiqué 18 horas atrás.

¿Tema?

Una cena de nueve periodistas nacionales con Manlio Fabio Beltrones.

¿Tema?

Las elecciones en varios estados de la república.

¿Tema?

El caso Puebla.

Sobre el que, al decir de dos fuentes, el dirigente nacional del PRI dijo que Blanca Alcalá estaba muerta por medrosa y cansada.

Riva Palacio, pues, interpeló a quien esto escribe desde su cuenta de Twitter.

Tuvo una gentileza de origen: “Como siempre, las columnas de Mario Alberto Mejía suelen ser interesantes, aunque a veces no tan precisas”.

Primero negó que Manlio Fabio Beltrones haya dicho que Blanca Alcalá perderá ante Tony Gali.

Corrigió al quintacolumnista: “Blanca Alcalá, dijo Beltrones, no perderá ante Tony Gali”.

Luego aclaró que el tipo de cenas al que invitaron a Beltrones se organizan desde hace 10 años.

Otra gentileza: “Mario Alberto Mejía es un columnista muy controvertido, lo que es refrescante, pero como en otras ocasiones, se equivocó”.

En otro tuit volvió a negar lo que quien esto escribe aseguró: que Beltrones haya dicho lo que dijo –acerca de la derrota del PRI en Puebla– y hasta sobre las viandas que se sirvieron.

El periodista dijo una verdad de a kilo: “Tan fácil que hubiera checado lo que sucedió con otros periodistas que cita”.

Enterado de que Riva Palacio estaba tuiteando lo que el lector acaba de leer, me di a la tarea de responderle punto por punto.

De entrada le aclaré que mi fuente era “muy cercana” a él.

Y más: que la cena se había realizado en la casa “Riva Palacio-Muñoz”.

También le tuiteé que un amigo suyo me había confirmado lo dicho por Beltrones.

“Usted mejor que nadie sabe que esa cena sí se realizó. Y algo más: además de los periodistas estuvo su señora esposa”, le escribí en menos de 140 caracteres.

Él siguió alegando que era falso.

Yo le envié las siguientes líneas:

“Tengo whatsApps de dos personas que estuvieron en la cena y que fueron testigos de lo que se dijo”.

Los mariachis callaron.

Con toda la cortesía del mundo le pregunté que si quería que publicara los whatsApps que confirmaban lo dicho por Beltrones.

Con elegancia, evadió el tema.

“¿Quiere que publique los whatsApps que confirman todo? Yo perderé una amistad, pero resultaría penoso para varios”, le aclaré.

Vino, como un pelotazo de tenis, su respuesta: “Haga usted lo que quiera con los mensajes. A mí me da igual. En lo personal y lo escribí hace tiempo, creo que blanca Alcalá fue al sacrificio”.

“No quiero exhibir a mis fuentes, pero usted me está orillando a eso”, le respondí con un pelotazo de pádel.

Y agregué: “Usted sabe que está queriendo negar lo que en realidad pasó. ¿De veras quiere que publique los whatsApps”.

Riva Palacio apuntó el final: “Le ahorro perder una amistad. Un dato que dio ya me dice quién fue”.

–¿Entonces no mentí ni me tomaron el pelo? –le pregunté.

–Me da igual lo que haga con los mensajes. No sucedió lo que dice que dijeron. Pero tan poco es tan grave –matizó.

–Creo que nunca fue tan grave –le dije–. Y un amigo periodista suyo lo confirmó.

–¿Ya sabemos quién va a ganar, ¿o no? –vino la acotación.

–Creo que sí, don Raymundo.

Para entonces, la pipitilla que abunda en las redes sociales ya había hecho su agosto.

Priistas como Alberto Jiménez Merino –que se achaparró gracias a Mario Marín– retuiteaban lo que Riva Palacio escribía.

Otros más, sumidos en el anonimato, también hacían lo mismo.

Los minutos pasaron.

Casi una hora.

O más.

De pronto, el tuit de un caballero: “Saludos en buena lid”.

Mi respuesta no podía ser menos generosa: “Siempre diré que usted es el mejor periodista de México”.

Los perros ladraron.

Siempre ladran.

Al final quedó la certeza de que hay gente con la que polemizar es un verdadero gusto.

Y no hay duda en el ambiente.

El hipócrita lector –el que es buen lector– sabrá leer entre líneas.

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