Antonio Gali, abanderado de la coalición Sigamos Adelante, cerró su campaña con bienvenidas e invitaciones para los priistas
Por Guadalupe Juárez
Fotos JOSÉ CASTAÑARES/AGENCIA ES IMAGEN
Tehuacán, Puebla. No quiere dejar dudas. El mensaje es claro: tendrá su propio sello.
En la mejilla izquierda lleva su figura pintada con azul, es Antonio Gali Fayad y si los estudios demoscópicos son certeros gobernará un año ocho meses la entidad.
Cerca de siete mil personas bajo la carpa se pelean por un espacio. Ni los invitados especiales se salvan de los empujones, pisotones, tímpanos sordos y el sudor.
Pero todo vale la pena con tal de salir en la foto con quien se perfila como ganador. Incluso, entre grupos gritan con furor porras, como en una competencia, con tal de que el candidato los mencione en su discurso, que los flashes los bañen y puedan presumir que estuvieron con él antes, que apostaron por su proyecto, que siempre lo acompañaron, que son cercanos, que son sus amigos.
Sabor a triunfo
Gali Fayad arriba al municipio acompañado de su hijo Eduardo. Saluda a quienes le extienden la mano, sonríe, envía un beso a las mujeres desde el templete. Toma una cartulina que tiene escrita la palabra Ajalpan, la levanta, la muestra a todos.
Disfruta lo que pareciera ser una celebración, sería, una caricia al jolgorio de la victoria, a la llamada minigubernatura.
Es el último día de campaña y sigue recibiendo peticiones para agregar a su Plan para Puebla, alcanza a leerlas, las guarda en la bolsa de su pantalón.
La sonrisa y el semblante es de un hombre que se considera vencedor.
Los Mostros, sólo en las películas… del pasado
Un listado de compromisos es el eje de su último discurso: el libramiento a la avenida Tecnológico, atraer más inversiones, empleos, apoyo a las mujeres, al campo, a los jóvenes y una denuncia.
Su tono es enfático al acusar que la causa de que los asistentes se encuentren limitados de espacio es por “falta de voluntad política” de la presidenta municipal priista, Ernestina Fernández, quien –dijo– es manipulada por su esposo, el exedil Álvaro Alatriste, conocido como El Mostro.
El señalamiento directo merece un abucheo de los presentes contra los priistas; Gali Fayad promete no cerrar las puertas e invita de nueva cuenta a que se unan a su proyecto, asegura que trabajará de la mano con la administración municipal.
Aprovecha para explicar a los de esta demarcación que El Mostro es el pasado, el mismo pasado priista que, asegura, ahora amenaza a las mujeres con quitarles programas federales como Prospera, aquel que reparte despensas en patrullas municipales.
“Reitero que han amenazado a mujeres. Les han quitado ese derecho que tienen; Prospera no se los pueden quitar. Lo que no pueden ganar en las urnas lo quieren ganar amenazando. Basta de entregar despensas en patrullas municipales. Es El Mostro, como le dicen”, declara sin titubeos.
Con un puño cerrado y la voz firme, añade, “la voluntad popular está adelante. Ustedes han hecho posible que las encuestas nos favorezcan por mucho. ¡Que ningún mostro nos espante! ¡Que ningún mostro nos haga sentir mal! ¡Los mostros están sólo en las películas! ¡Qué se vayan al pasado!”.
La gente vitorea su nombre, ondea las banderas de Acción Nacional, la atmósfera de aceptación sólo se nubla cuando Gali presenta un priista que se unió a la campaña.
Llueven los abucheos.
El equipo de campaña aminora el impacto al gritar a coro: “Tony, Tony”.
El candidato de la coalición pide tolerancia. Le da la bienvenida a Margarito Andrade Pacheco, exfuncionario municipal. La protesta y el rechazo no cesan, el priista recibe un abrazo en el templete.
La música que acompaña a Gali Fayad desde el inicio de su campaña retumba. Le permite volver al humor inicial, al de fiesta.
Agradece a cada uno de los miembros de su equipo. Parece finalizar su discurso pero pide que le vuelvan a habilitar el micrófono.
“Los poblanos tenemos memoria. Llamamos al voto. Los espero el domingo en las urnas. Con nosotros nunca se suspendió un evento.
“Vamos juntos. ¿Me acompañan?”, pregunta. “Sí”, le responden. ¿Me acompañan? “Sí”, prometen.
La música envuelve el lugar, y al fondo un coro:
“Tony, gobernador. Tony, gobernador”.
La moneda está en el aire. ¿Tony gobernador?