La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia

 

Ayer, 8 de agosto del 2016, una foto le dio la vuelta al mundo.

Es la imagen de un par de competidoras de voleibol playero que tocan, al mismo tiempo, el balón suspendido sobre la red.

Cada una desde su lado de la cancha.

Para ellas, en ese momento, el lado que le ha sido designado para el juego, lo es todo. O prácticamente todo.

En realidad no importa si hay mucho o poco público. Si la gente prefirió ir a ver el fut o la gimnasia.

Este es el instante para el que se han estado preparado durante años. Y al fin, en un tiempo cortísimo, lo viven.

Para ellas no hay más que la red, el balón y la arena bajo sus pies. También los ojos y las manos y los pies y los reflejos propios y de las adversarias.

Es la cuenta que significa ascender o descender.  Avanzar o volver a casa con las manos vacías, pero con los ojos llenos de fuego, quizás, o de lágrimas, también.

Todo se reduce a un rectángulo de arena que hace denso el trote. Una red y un árbitro.

Desafiar la gravedad por milésimas de segundo para salvar, como si fuera la vida de un ser amado, el punto por el que se ha trabajado largas jornadas.

Todo esto en equipo. Un austero equipo de dos. Lo suficiente para que haya comunicación, como en el tango.

El deporte es también danza. Es la coreografía que se enfrenta a algo más que un público adiposo que aplaude, ríe y suda la inclemencia climática.

Es la coreografía que implica el duelo.

Viven los que no pierden el ritmo.

Mueren los que dan pasos sincopados.

 

Imágenes como esta (dos cuerpos ingrávidos impulsando una esfera) pueden ser captadas, con un poco de paciencia y buen ojo,  hasta en la preparatoria rural más lejana.

Un par de mujeres que no se odian, porque no se conocen, pero que están en pleno combate; lo que requiere cierto coraje y, ¿por qué no?, una pequeña dosis de desprecio al contrincante.

Lo insólito de esta fotografía “que le dio la vuelta al mundo”, si es que al mundo se le puede dar “la vuelta”, reside en el choque, no sólo de las manos, sino de elementos accesorios, pero universales.

Es una imagen inédita porque no está tocada por la uniformidad.

De un lado, la mujer alemana muestra un imponente cuerpo semidesnudo y musculoso. El cuerpo de una atleta de occidente. El cuerpo ataviado con el traje ideal para realizar cómodamente su actividad.

Del otro, una mujer egipcia, musulmana, con un cuerpo quizás más dotado, más imponente y probablemente más musculoso y bello que el de la alemana, pero cubierto a plenitud por un traje atípico para realizar esos movimientos.

Y aquí la polémica sobre el estar bien o el estar mal.

Los juicios externos y los comentarios incendiarios nunca dan tregua a lo que sale de lo ordinario.

¿Y para qué el toma y daca de opiniones políticamente correctas o completamente incorrectas?

Si la foto es, en sí, ya preciosa por el contraste.

Así como la vida es preciosa, en sí,  por el contraste.

Éste es el verdadero espíritu de la olimpiada: dos mujeres que, volando tan lejos y tan cerca, se tocan por instante para rematar un balón.

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *