En una sociedad en la que todo es estereotipado, modélico o típico, las personas neurodiversas son difícilmente aceptadas, recibidas y visibles. Además, este fenómeno complejiza el acceso a un diagnóstico y tratamiento certero, confirmó el psicólogo clínico Juan González Ramírez.
En entrevista, el especialista consideró que el primer eje que debe fortalecerse es el de la educación.
Educando a la sociedad, haciéndoles saber que existe la diversidad desde el funcionamiento cognitivo de las mentes. Es abrir la conversación y el diálogo a que las personas neurodivergentes existen y habitan el mundo”, señaló.

González explicó que el término neurodivergencia pone énfasis en reconocer las diferencias entre todos los cerebros, en contraposición al concepto de neurotípico, que hace referencia a personas con un funcionamiento cerebral considerado como estándar.
“El cerebro de una persona neurodivergente funciona de forma distinta, pero eso no significa que esté mal. No deberíamos segmentar o excluir a alguien solo por tener un cerebro diferente”, afirmó.

Desde una perspectiva sociocultural, el psicólogo recordó que el estudio formal del cerebro es relativamente reciente y que fue hasta finales de los años noventa cuando empezó a hablarse de neurodivergencia.
Por ello, muchas personas adultas apenas están accediendo a diagnósticos.
“Si tú le dices a alguien mayor de 45 años qué es la neurodivergencia, probablemente no lo entienda. Es un concepto que no conocen o que no están acostumbrados a escuchar”, sostuvo.

Indicó que, aunque existen herramientas estandarizadas para identificar condiciones como el autismo o el TDAH, el diagnóstico no siempre es certero ni accesible.
“Depende de que un especialista capacitado te lo explique. Me encantaría decir que México está lleno de ellos, pero no es así. No hay un estándar claro sobre quién está cualificado para dar un diagnóstico y eso representa un gran problema”, advirtió.

Ante esa falta de especialistas, el fenómeno del autodiagnóstico ha ido en aumento, especialmente en redes sociales.
Para González Ramírez, esto representa una alerta.
“No porque se abra el diálogo sobre neurodivergencia significa que ciertas características de tu personalidad correspondan con una condición. Es fundamental acudir con un profesional de la salud mental que pueda guiarte con claridad”.

VIDAS ATRAVESADAS POR LA EXCLUSIÓN

La historia de doña Lupita, madre de Mauricio, un niño con autismo, refleja cómo la falta de comprensión social y de apoyo institucional puede marcar profundamente a una familia.
Después de que su esposo la dejara por no poder aceptar el diagnóstico de su hijo, ella se vio obligada a hacerse cargo sola de Mauricio y de su hijo menor, Ignacio.
Sin acceso a una economía justa ni redes de cuidado, doña Lupita enfrentó una dura carga emocional y social.
“Siempre se sintió bajo mucha incomodidad, porque la gente veía raro a Mauricio y se referían a su hermano como ‘el normal’. Esa comparación constante fue muy dolorosa”.

Para el psicólogo clínico, Juan González Ramírez, la clave para cambiar este panorama está en reconocer la diversidad neurológica como parte natural de la experiencia humana.
Debemos dejar de intentar encajar a todos en el mismo molde. Las diferencias cognitivas no son un error: son una forma más de estar en el mundo”, concluyó.

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